Por verde nos referimos a que sea ecológico y no perjudique a nuestro Medio Ambiente. Pues bien, aunque es una cuestión que suscita controversia, un buen punto de partida para considerar un plástico como verde sería el uso de materias primas renovables.
Este uso de recursos renovables, paradójicamente, devuelve a la industria a las raíces más antiguas del plástico como material procedente de las plantas. Un buen ejemplo es el celuloide, uno de los primeros plásticos creados por el Hombre.
El celuloide no es el único ejemplo de polímeros de origen vegetal. A lo largo de las primeras décadas del siglo pasado existió un interés generalizado en fabricar otros tipos de plástico a partir de cultivos agrícolas, como el maíz, las legumbre y la soja.
Lo cierto es que los intereses agrícolas compitieron encarnizadamente con la incipiente industria petroquímica de aquellos días para hacerse con el mercado de los polímeros.
Cuentan que Henry Ford ansiaba encontrar usos industriales para los cultivos excedentes, y por ello llegó incluso a invertir en semillas de soja. Ford solía afirmar que sería posible cultivar la mayoría de las piezas de un automóvil.
Para conseguir esto, plantó miles de hectáreas de soja y destinó una de sus fábricas en River Rouge a la producción de un plástico a base de soja. En 1936 un coche marca Ford solía tener entre 4 y 7 kilos de plástico de soja en el volante, el pomo de la palanca de cambio, el armazón de la ventanilla y otras piezas.
En 1940, Henry Ford invitó a la prensa a ver un coche cultivado en una granja
En esta presentación, Ford levantó a sus más de 70 años, y no sin esfuerzo, un hacha que descargó contra la parte trasera del coche. En lugar de abollarse, los paneles recuperaron su forma anterior.
Pero el estallido de la 2ª Guerra Mundial impuso las ventajas de la industria petroquímica. El petróleo era abundante y barato y, a diferencia de los cultivos, no dependía del ciclo de las estaciones. Además los productos petroquímicos eran más impermeables y versátiles, y sólo unos pocos polímeros de origen vegetal sobrevivieron a las ventajas petroquímicas, entre ellos el celofán, el celuloide y los tejidos rayón y la viscosa.
Actualmente que la época de los combustibles fósiles baratos ha llegado a su fin, los fabricantes de plásticos se han puesto a rastrear el mundo vegetal en busca de materias primas sostenibles.
Han empezado a investigar las posibilidades que proporcionan el maíz, la caña de azúcar, la remolacha azucarera, el arroz y las patatas. También se está explorando variedades poco explotadas como el pasto de la pradera (Panicum Virgatum), algunos tipos de árboles, y las algas.
Un ejemplo puede ser la empresa petroquímica brasileña Braskem que tiene en sus planes una planta de 205 millones de kilos de capacidad dedicada a la fabricación de polietileno a base de caña de azúcar.
También, varios fabricante de resinas plásticas están disposición de producir polipropileno y PET a base de azúcar, nailon a base de remolachas y poliuretano a base de soja. Este último ha proporcionado a Ford su sueño de su fundador, instalando asientos y rellenos de poliuretano a base de soja en más de 1,5 millones de coches.
Estos bioplásticos pueden o no suponer una mejora con respecto a los derivados del petróleo, pero no cabe duda que su huella de carbono es mucho menor, debido principalmente al origen renovable de sus materias primas. Algunos son reciclables y muchos son compostables.
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