La mecha está encendida. En las calles de Asturies al menos ya se respira este movimiento, en los bares, en las tiendas, en los puestos de trabajo, todos hablan de “estos guajes que tan acampaos”. En todos, sin excepción, se escuchan halagos, se escuchan conversaciones más o menos agitadas que coinciden en definir este movimiento como necesario, urgente y esperado. Nadie, o casi nadie, duda de la legitimidad y de la justicia de lo que aquí se reivindica y eso puede marcar el camino de un movimiento social de futuro incierto pero de fuerza desbordante y, al menos por el momento, con un profundo caracter democrático, rebelde y solidario.
Hoy estuve unas horas en la acampada de Uviéu/Oviedo, dadas las fechas, a los estudiantes nos resulta complicado compatibilizarlo con los exámenes, pero la necesidad y la sed de cambio, nos obliga a salir y arropar al movimiento en cuanto los apuntes nos dan una tregua. La experiencia de la acampada, como otras que hubo con otros conflictos sociales, nos sirve como laboratorio de ideas, como un pequeño experimento de democracia y participación directa de los ciudadanos. Unos están aquí todo el día, otros sólo vamos unas horas, muchos pasan y acaban quedándose, pero esto interesa y mucho y esa es la clave.
Uno ya lleva unos años militando tanto en organizaciones políticas como en movimientos sociales y en muchas ocasiones se hace cuesta arriba y muy triste llegar a asambleas o reuniones y ver siempre las mismas caras, la misma gente. Eso no ocurre en este movimiento, aquí ves caras nuevas, gente ilusionada que no está pervertida por los sectarismos e inquinas partidistas y, sobre todo, ves gente de todas las edades y condición social discutiendo, al mismo nivel, desde el viejo anarcosindicalista hasta profesores, médicos, funcionarios, jóvenes parados, activistas sociales y, sobre todo, gente indignada, gente anónima que busca un sitio para quejarse que, hasta ahora, no podía ubicar.
Todos los días se juntan en la Plaza de la Escandalera en Uviéu/Oviedo, en plena milla dorada, rodeada de las sedes centrales de los grandes bancos y de las instituciones de gobierno asturianas, un grupo de unas 200 personas constituídas en un pequeño país poblado de ideas. No podemos creer que esto sea un resurgir de los soviets, pero lo que está claro es que nadie iba a pensar en pleno siglo XXI en el estado español se iba a dar una situación así, de liberación de espacios, de acotación de plazas para las ideas y que encima iba a ser apoyada masivamente por la ciudadanía. En Oviedo ni siquiera la policía se acerca, dicen que si hay que echar a los manifestantes de allí que vayan los políticos.
Yo no sé si esto es una revolución, tampoco en qué puede acabar, pero lo que tengo claro es que si no lo es, se parece mucho a la idea que tengo de ella. Cada día que esto dure, podremos seguir disfrutando de espacios libres y de un intercambio sano de ideas y propuestas con gente que hasta ahora se mantenía callada, indignada y sumisa, guardando su furia y sus ideas. Cada día se abre un poco el paso a una sociedad más justa, o eso creemos. Y mientras lo creamos, será verdad porque no hay nada más necesario como las utopías para seguir luchando y profundizando en la construcción de ese mundo nuevo.