Son las 2:34 de la madrugada. Aquí estoy, escribiendo ante el ordenador, en vez de dormir, tal como se supone a estas horas. Soy parte de mi propio experimento para encontrar mi ritmo natural.
¿Teorias, leyendas urbanas o geografía?
Nuestra cultura le da mucha importancia al hecho de levantarse temprano para ser productivo. Implica que tendrás que ir a dormir relativamente temprano para conciliar la 7-8 horas de descanso necesario. Lo que en los países nórdicos es un ritmo casi lógico (ningún restaurante te recibe después de las 22h de la noche), en los países mediterráneos se vuelve todo un reto. O así lo vivía yo.
El reto de dormir temprano
La vida social aquí requiere que muchas noches no vuelvo a casa antes de la media noche. Además la interacción con los amigos suele generar nuevas ideas que toca relegarlas al próximo día. Así que llego a casa, anoto rápidamente las nuevas ideas y me voy a dormir. No es fácil de reconciliar el sueño, y el hecho de que tengo que dormir para poder levantarme temprano tampoco lo facilita. Aquí estoy, obligándome a dormir para poder forzarme a levantarme temprano por la mañana. Y eso que la temperatura exterior solo llegará a valores “dormibles”, después de las 2:30 de la madrugada.
¿Y si adaptara mi ritmo a la realidad?
Un amigo tuvo que llamar mi atención sobre lo absurdo de esta situación: ¿Te obligas a dormir temprano para obligarte a levantarte temprano? ¿Y si te vas a dormir cuando te da la gana y a cambio te levantas cuando despiertas? Sin alarma ni mala consciencia. Como mis actividades no requieren que esté en el ordenador a las 7h de la mañana, así que hay poco riesgo en intentarlo. Al final, si no me gusta, siempre puedo cambiar al ritmo anterior.
La batalla con la conciencia (o cómo buscar información que bien me complace)
Apagar el despertador no era difícil. Apaciguar mi consciencia ya era otra historia. Criada en una familia de madrugones en un país donde “the early bird catches the worm” (lo que en español sería “A quién madruga, Dios le ayuda”), levantarme a las 10 me parecía pecado mortal. Por otro lado, si me quedo escribiendo hasta las 3h de la mañana, …
Así que empecé a investigar. Existen estudios a favor de la productividad mañanera, y también estudios que celebran la creatividad nocturna. El único argumento sólido que vi en todos los estudios fue el del descanso: se descansa mejor en un entorno oscuro y tranquilo, sin importar si la oscuridad se debe a la ausencia del sol (que por la contaminación lumínica en muchas ciudades ya ni se traduce en una mayor oscuridad) o a las persianas cerradas. Además se recomienda un cierto número de horas de descanso, aunque este número puede variar en función de las actividades y exigencias del día a día. O sea: con qué observes a tu propio cuerpo, estarás en buen camino.
Encontrando mi propio ritmo… variable
Desde hace tres semanas el reloj ya no tiene voz ni voto en mi decisión de irme a dormir. El despertador tan solo suena si tengo una reunión o una cita por la mañana. Me voy a dormir cuando tengo sueño (que suele ser alrededor de las 2am) y me levanto cuando me despierto (entre 8 y 9am). Si por las tardes me da sueño nuevamente, me permito una siesta de media horita lo que suele acortar mis noches un poquito más. No creo que sea ni más ni menos productiva, pero sí más centrada. Eliminado el esfuerzo frustrado de ir a dormir a una hora prestablecida, puedo concentrarme en lo que me pide el cuerpo.
Ya veré si cuando se relaje el calor si mi ritmo también se modifica. Aunque en realidad tampoco me preocupa mucho. Ya no soy esclava del reloj.
¿Sabes cuál es tu ritmo?
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Imágen: thomasheylen / flickr