Esta es la primera parte de la traducción de mi artículo de marzo en mapping ignorance.
Figura 1: Cada histograma mide la cantidad de la propuesta en dólares en el eje horizontal y la fracción de propuestas que corresponden a esta cantidad en el eje vertical para cada una de las dos fechas en que se realiza el experimento. En cada uno de los experimentos se dividían 5$. La propuesta es la cantidad que el proponente ofrece al que recibe. En los experimentos pagos (without pay) los jugadores juegan con dinero ficticio. En los experimentos con patos (with pay) lo hacen con dinero real.
Este es el juego del ultimátum: Te dan, provisionalmente, 10$ con las siguientes instrucciones. Tienes que decidir una manera en la que dividir el dinero con otra persona. Si ella está de acuerdo, se lleva a cabo esa división, pero si no lo está ambos os quedáis sin nada. ¿Qué harías? ¿Cómo reaccionarías si fueras la persona que recibe la oferta?
El análisis económico estándar dice que el que recibe aceptará cualquier cantidad positiva (algo es mejor que nada) y que, sabiendo esto, el proponente ofrece la división 9,99$-0,01$. Kahneman et al. (1986) [1] realizan un experimento sobre este juego y encuentran que la mayoría de los proponentes ofrecen 5$ y que quienes reciben a veces rechazan ofertas de menos de 5$.
Antes de rechazar al Homo oeconomicus y las teorías económicas estándares es preciso considerar que, como muestran muchos otros experimentos, el interés propio es una buena hipótesis con la que predecir el comportamiento de los mercados (aquí y aquí). En lugar de esa, la interrogante que abren estos experimentos es acerca de cuándo es correcto asumir un comportamiento egoísta y cuándo no. La cuestión es complicada por cuanto hay una manera de ser egoísta, pero muchas maneras y muchas razones para ser generoso.
La explosión de estudios en este tema durante las dos últimas décadas es enorme. Muchos investigadores han explorado el papel de contextos sociales alternativos, de las diferencias sociales (los experimentos de Joe Henrich son de lo más fascinante) y de otras posibles emociones (por nombrar algunas: orgullo, culpa, compañerismo, reciprocidad, altruísmo, rechazo, justicia). Es todavía pronto para evaluar el éxito de esta investigación. Empiezan a aparecer algunas regularidades, pero no se ha desarrollado todavía una teoría completa y aceptable. Resumiré tres artículos que ilustran algunas de las estrategias seguidas por esta línea de investigación y que a su vez muestran las dificultades para llegar a conclusiones finales.
En un trabajo relativamente temprano Forsythe et al. (1994) [2] replican los resultados de Kahneman et al. (1986) sobre el juego del ultimátum y, además, estudian otra versión: el juego del dictador, donde hay un proponente y otra persona que recibe la oferta, pero que no hace nada. Cualquier oferta que haga el proponente se llevará a cabo. Por supuesto, el Homo oeconomicus decidirá quedarse con el 100% y no repartir nada, y de hecho eso es lo que se observa, pero solo el 20% de las veces. Otro 20% de las veces se divide el dinero a medias, como en la mayoría de las veces que se juega el juego del ultimátum. El proponente todavía muestra generosidad hacia el que recibe, pero a un nivel menor que en el juego del ultimátum. Esto implica que el sentido de la justicia solamente es incapaz de explicar el resultado, pues debería producir los mismos resultados en ambas versiones del juego. Ver los resultados en la Figura 1.
Para explorar otros posibles motivos de generosidad, los autores repiten el experimento en distintos contextos. En uno de ellos no hay una división explícita de 10$, sino que un comprador le hace una oferta final a un vendedor. Digamos que el vendedor valora el bien en 5$ (el coste de producción) y que el comprador lo valora en 15$ (lo más que está dispuesto a pagar). Sabiendo esto, el comprador está más dispuesto a ofrecer 5$ y obtener un beneficio de 10$, dejando al vendedor sin ningún beneficio. El mismo resultado se encuentra si se le dice al oferente que ha ganado el derecho a hacer la oferta en un concurso donde tenía las mismas posibilidades de ser el oferente que el otro jugador. Todavía más importante es el hecho de que el que recibe en el juego del ultimátum está más dispuesto a aceptar ofertas bajas.
En una vuelta de tuerca, cuando se urge al proponente a pensar en cómo reaccionaría ante su propia oferta si fuera quien recibe, entonces volvía a ser tan generoso como cuando no se introducía ninguno de estos contextos. Los autores sugieren que la reciprocidad, más que el sentido de la equidad, está detrás de estos resultados.
En la siguiente entrada continuamos.------------------------------------------------------------------------------------------------------------Hace tres años en el blog: Un mundo de zombies.
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