Hoy Mariano Rajoy y Artur Mas interpretarán uno de los primeros papeles del año durante su viaje de ida y vuelta Barcelona-Girona en la línea de alta velocidad que se inaugura hoy. El príncipe Felipe, en representación de la Corona (¿qué ha aportado la Casa Real a todo esto?) también irá en este extraño viaje de extraños en un tren como convidado de piedra.
Ensayo Foto: Mané Espinosa (La Vanguardia)
La obra habrá costado más de 4.000 millones de euros, el recorte que deberá hacer la Generalitat para lograr el objetivo de déficit, un objetivo que, según el propio Govern, amenaza la cohesión social de las familias, ya bastante maltrecha. ¿Era necesario? Seguramente, aunque no más que otras líneas de alta velocidad también deficitarias, fruto de la fiebre de las infraestructuras públicas que ha estado alimentando durante lustros un modelo de crecimiento basado en el cemento armado sobre base de arcilla, engullendo personal no cualificado que ahora, ya sin dinero público ni inversión, no puede pagar la hipoteca, ni el alquiler, ni siquiera la comida. Ahora, ya inaugurada esta nueva línea que reduce en ¡media hora! el trayecto entre Barcelona y Girona, habrá que hacer cuentas y ver si sale más económico ir a París, cuando Francia decida hacer su parte, en una línea aérea de bajo coste o en un AVE sobredimensionado, último estertor de la burbuja inmobiliaria, de infraestructuras que quedan muy bien en titulares cuando se inauguran pero que, una vez pasado el bluf, son solo un recuerdo de un día de sol en tren, una economía que fue a todo tren.
Mientras se inaugura a bombo y platillo esta línea, unos 600 pasajeros quedaban atrapados en un tren a la altura de Arcas Reales (la ironía es mayúscula) a causa de la rotura de una catenaria. Hasta que fueron evacuados y trasvasados a otro tren pasaron cuatro horas a la intemperie en la fría madrugada vallisoletana. Como siempre la historia se repite, también cuando va a dos velocidades: por un lado políticos, empreasrios hinchados de orgullo y satisfacción y realeza y por el otro, realidad y gentes que continúan viajando en ancho convencional, nada europeo. ¿Culpables? Como siempre, la culpa es del cha-cha-cha, el del tren.