¿Puedes sentirlo, aquí, en el pecho? Los graves retumban con la vigorosa sacudida de un terremoto, y es como si ese golpeteo sordo se apoderara de uno, sometiendo el ritmo cardiaco a una ley que no parece conocer límites: “Deprisa, aún más deprisa”, esa es la consigna. Al éxtasis por la velocidad, a la felicidad por el sudor: no pienso parar en toda la noche. Y que le den por culo al que no lo entienda, porque la vieja ceremonia se nos ha quedado pequeña, y ya no nos basta: bailamos sin detenernos ni un segundo, sin tiempo siquiera para hablar con las chicas. Nuestro baile va más allá del deseo, porque nosotros mismos nos ofrecemos al baile, nos sometemos con entrega absoluta a esta música inmensa que lo llena todo.
Sólo hace un par de horas que las puertas del club se abrieron, y el lugar bulle en una atmósfera excitada. Los billetes arrugados volaron de nuestras palmas sudadas al otro lado del mostrador, dando paso a un trasiego impaciente de enormes bolsos de mano (siempre es bueno llevar alguna camiseta de más para cambiarte, sabiendo que la que llevas acabará empapada en sudor), un apretado ejército de chavales que mascan chicle con la mirada taladrada. Jo-jo-jó, los hijos de los currelas también tienen derecho a divertirse ¿no?. Los niñatos del swingin’ London tienen sus clubs con su música para maricas y su ropa para maricas; los mods tienen clase y escuchan buena música, pero hace falta tener mucha pasta, quizás demasiada: mi viejo me mata si me ve entrar en casa así vestido. Y además, nosotros tenemos algo mucho mejor: tenemos anfetas, tenemos el Blackpool, tenemos el Twisted, el Golden Torch, el Wigan. El puto norte de Inglaterra es nuestro, joder. De la gente normal. Y sabemos cómo divertirnos, vaya si lo sabemos.
Tan sólo son necesarios unos minutos para que el brillo de los metales arroje una luz dorada sobre la sala atestada, los altavoces rujan, y los zapatos que hace un rato hacían cola sobre los charcos se deslicen velozmente sobre un suelo espolvoreado de blanco. El olor a talco resulta inconfundible, jajajá, aunque no se trata sólo de talco. ¿Lo sabes, no?… Cuando a la bofia le da por aparecer, lo mejor es librarse a toda prisa de lo que lleves encima, y hacerlo desaparecer bajo tus pies. Es una putada, pero resulta el modo más sencillo de no alegrarles el día a esos cabrones. Y además, siempre puedes volver a pillar fuera, speed o lo que sea: entre los puestos de vinilo donde se agolpan los curiosos en busca de rarezas, no será demasiado difícil encontrar a alguien dispuesto a proporcionarte lo necesario para aguantar bailando toda la noche. Esa es nuestra fe, el espíritu all-nighter. La química es sólo una ayuda en la celebración del nuevo rito.
De modo que únete a nosotros, deja que ocurra. Sólo algunos chicos nuevos parecen contemplarnos desde el borde de la pista con una expresión que trasluce tanta perplejidad como envidia. Llegan de lejos, de fuera, de todas partes, con el deseo de formar parte de esto brillando en las pupilas excitadas, interrogándonos con sus caras de oveja como si fuéramos los poseedores de un secreto arcano que podríamos revelarles si tan sólo lo deseáramos. Esto les encanta: el spin, el backdrop. Pero lo primero es entregarte, dejar que sea el cuatro por cuatro el que apodere de tí, y ya habrá tiempo para las acrobacias… Fíjate en los que saben, tio: ni siquera se miran. Mantente erguido, fíjate en el espacio que hay que dejar para que las patadas al aire y los rápidos giros de los brazos no transformen la pista de baile en una batalla campal: aquí no eres más que tú, y estas canciones. Porque Manchester es el centro del mundo, y esta noche de sábado no es como cualquier otra: cada minuto es único, y no vamos a dejar que se consuman como si tal cosa. Somos jóvenes, queremos divertirnos. Así que prueba esto, y olvídate de todo lo que no signifique aquí y ahora. Bailemos antes de acabar como nuestros viejos, reventando cualquier madrugada sin haber conocido más que la maldita mina, los desayunos en silencio cuando todavía es de noche, con la mirada atravesada en el calendario de la puerta… Deprisa, más deprisa. Bailemos antes de que la angustia nos vacíe los ojos,antes de que se haga de día, y el Twisted desaparezca en el gélido contorno de este invierno de 1966…
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