No hay mal que por bien no venga ni guerra que no tenga sus beneficios. La reciente intervención militar de Estados Unidos en Irak y Siria para quitarles el polvo y las malas mañas a los yihadistas del Estado Islámico, ha permitido la entrada en combate de una de las joyas de la Fuerza Aérea estadounidense: el caza el F-22 «Raptor», que es el primer caza de la quinta generación en activo tras su entrada en servicio en el año 2005, y el más moderno de todos.
Una de las misiones de combate que ha pasado con éxito el F-22 ha sido el ataque a las instalaciones clave del Estado Islámico en Raqqua (Siria), donde se lanzó munición de precisión guiada por GPS, tras recibir la información de comandos de inteligencia sobre el terreno, apuntando solo al lado derecho del edificio donde se encontraba el centro de mando y control, que quedó destruido por completo. Lo importante aquí es el tiempo verbal: estaba y quedó. Porque ya no está y lo que queda es material de escombro. Apuntemos un tanto en el lado de los buenos.
Es en misiones de este tipo cuando el coste del F-22 «Raptor», que asciende a entre 130 y 180 millones de dólares, demuestra que vale lo que cuesta y amortiza esas cualidades fantásticas que tiene, como su capacidad furtiva (tecnología «stealth») para evitar ser detectado por los radares enemigos, entre otras muchas.
El F-22 «Raptor» fue construido por la empresa Lockheed Martin, con sede en Bethesda (Maryland), su avanzada tecnología está blindada por una ley federal que prohíbe su venta y exportación, y contará con una flota prevista de 187 unidades. Hasta ahora, la US Air Force usaba este caza como un arma disuasoria frente a las amenazas de Corea del Norte, con vuelos en el Pacífico y en Corea del Sur; y también en Irán, donde ha sido desplegado en ocasiones desde la base aérea de Al-Dhafra (Emiratos Árabes Unidos).
El F-22 «Raptor» puede ser manejado por un solo piloto, cuenta con capacidad para volar a 18 kilómetros de altitud, tiene una longitud de 18,9 metros, una envergadura de 13,5 m. y una altura de 5 m. Su velocidad máxima se estima en 2.200 km/h.
Lo dicho, una joya de la aviación de guerra que machaca y bien a todos los fanáticos yihadistas que se cruzan en su camino.
En el año 2009 se detuvo su producción, a instancias de la Administración Obama, y el nuevo caza de Lockheed Martin, el F-35 «Lightning II», también de tecnología furtiva, será su relevo natural. Hasta entonces hará un excelente servicio, ya lo está haciendo.