En una vieja iglesia románica, un fresco medieval representa el paraíso y el infierno de manera totalmente idéntica. En ambos lugares reina una gran abundancia de vituallas de las que los elegidos y los condenados sólo pueden disfrutar por medio de grandes tenedores desesuradamente largos. Pero mientras que en el infierno los condenados famélicos intentan vanamente llevar a su boca los deseados manjares, en el paraíso, los elegidos radiantes se alimentan los unos a los otros.
El texto no es mío, es de Paolo Coluccia (La cultura della reciprocità. Il sistema di scambio locale non monetari, citado en Latouche, S., “La apuesta por el decrecimiento“). Lo primero que me ha venido a la cabeza cuando lo he leido ha sido uno de los valores que identifican lo dospuntocero: la colaboración. Me gusta pensar que el infierno no lo es por si mismo, sino por sus habitantes. Y al revés: el infierno no es muy diferente del cielo, lo son sus habitantes. ¿Te sientes en el infierno? Pues cambia.
Nota mental: vaya, Roberto, al final te ha salido un tema más de hábito 1 que de 2.0. El blog tiene vida propia