El otro día, mi tía --83 años cumplidos y una capacidad envidiable para el aprendizaje de las nuevas tecnologías-- me contaba que había recibido en su correo una invitación para unirse al «Ferbú» (más conocido como Facebook), porque --le aseguraban-- en ella encontraría gente conocida, más concretamente un servidor, y que no perdiera el tiempo en apuntarse porque se lo pasaría de lo mejorcito. Ella, por descontado, lo borró enseguida porque no quería saber nada de esas cosas tan raras.
No le di demasiada importancia, pero luego me puse a pensar cómo era posible que hubieran obtenido el correo electrónico de mi tía, que es prácticamente su única relación con Internet, y la explicación es bien sencilla: al poco de registrarme en Facebook utilicé una función mediante la cual, tecleando la clave de acceso a tu correo personal, das permiso a sus aplicaciones para que revisen tu libreta de direcciones y averigüen quienes de tus contactos están ya en la red social y poder ser «amigos». Ellos juran por la última novedad tecnológica que no guardarán información alguna de lo que encuentren, que todo se limitará a un recorrido de cortesía por tu buzón, dejándolo todo como estaba. La experiencia fue bien, encontró unos cuantos contactos, incluido el de una chica de una empresa de seguridad informática que me había enviado un correo informándome de las condiciones de mi suscripción (siempre he pensado que esos nombre eran ficticios, pero resulta que no, que la chica era de Pamplona, como la empresa). También rondaba por ahí la dirección de correo de mi tía, con la que suelo intercambiar mensajes, por lo que --según los términos de mi autorización puntual-- deberían haberla dejado como está. Aunque luego debieron pensar que si copiaban todas las direcciones de mi libreta tampoco iba a pasar nada; total, yo no me iba a enterar...
Una única vez lo hice porque no me hacía ninguna gracia teclear mi clave de acceso al correo en otra web que no es la de mi proveedor del servicio, pero pudo más el deseo de encontrar caras conocidas. Está claro que de aquella única visita Facebook tomó buena nota, porque un año después de aquella visita sigue guardando las direcciones que encontró para hacer proselitismo, enviando mensajes cuando le viene en gana y todo porque UNA VEZ consentí en que hicieran un chequeo a mi libreta de direcciones.
Si copiaron todos los contactos y no los han borrado, ¿por qué no iban a hacer lo mismo con la clave? Por si acaso ya he cambiado mi clave de acceso al correo, no sea que un día les dé por regresar a por más información..
Y si lo hace Facebook, ¿por qué no lo habría de hacer Microsoft cada vez que revisa a fondo nuestro equipo para saber qué actualizaciones de productos podemos descargar desde Microsoft Update. O Google, con el agravante de que somos nosotros quienes depositamos voluntariamente nuestra información (y nuestras facturas, y confidencias) en sus servidores.
No estoy advirtiendo ante una seria amenaza a la seguridad porque estoy en contra de semejante actitud alarmista y desproporcionada. Este texto es fruto de la perplejidad que sucede a mi ingenuidad al pensar que si les debaja entrar al correo se limitarían a hacer lo que decían que harían. No voy a hacer el numerito de la virgen ultrajada con esto de la privacidad y el tráfico de datos personales porque en un mundo amerado de información banal (como la que yo genero) el único e ínfimo valor de mi buzón de correo es su mera existencia, y su capacidad de recibir publicidad, claro. ¿Qué más da si Facebook lo hace en una red atestada de correo no deseado? Lo marcas como spam y tan ricamente.
Revista Informática
Facebook organiza visitas guiadas a nuestros correos
Publicado el 08 abril 2010 por SesiondiscontinuaSus últimos artículos
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