por Angelo M. D'Addesio
Paolo Villaggio, actor, comico, escritor y guionista murió hoy en Roma, famoso por su interpretación del modelo desventurado italiano de Fantozzi a Fracchia, fue también protagonista en las peliculas de Fellini, Olmi, Monicelli y Vertmuller.
Grotesco y en el mismo tiempo crudamente realista Paolo Villaggio introdució su personaje más famoso en el periodico "L'Europeo", inspirado por un empleado realmente existente de la vieja empresa metalurgica Italsider llamado Fantozzi; "el prototipo del tapino, la quintaesencia de la nulidad", como el mismo describió durante una entrevista.
Fantozzi representó la clase obrera o del funcionario medio que a pesar de su condición del trabajo fijo y del pago seguro, tenía que sufrir la obsesión del horario de trabajo, las prepotencias de los superiores jerárquicos, la actividad alienante y repetitiva, un tipo de contrapaso del milagro economico y industrial italiano donde todos trabajaban para la familia y para sus dueños.
Pero Paolo Villaggio fue un hombre que no se quedó a las diez peliculas de Fantozzi, al personaje de Fracchia, pero trabajó en obras muy profundas como "La Voce della Luna", el ultimo film filosofico y poetico de Federico Fellini, casi un homenaje al director de cine, "Cari Fottutissimi Amici" de Mario Monicelli, "Io, speriamo che me la cavo" de Lina Vertmuller y gracias a su a su poliedricità espació del teatro de Moliere a apariciones comicas en televisión.
Al final Paolo Villaggio contó su vida y su carrera durante el espectáculo teatral escrito por él "Delirio di un povero vecchio" (Delirio de un pobre viejo), un testamento que salió de su amistad con De André, de su inicio artistico en el teatro Derby en Milán sino también su miedo de la muerte, su visión visión pesimística, desencantada de la Italia ya transformada "un país triste, malo, dónde sólo se habla de futból y mujeres, después de las culpas y del falso dolor"
En esta actual lectura parece casi una acusación a su país, a su mundo del cine y de la cultura que lo condenó a la eterna imagen cómica, dejándolo cada vez más sólo y sin la posibilidad de exaltar otras calidades, tronchada definitivamente por su grave enfermedad, pero el publico, el juez supremo del artista nunca más lo olvidó.