Falta de tiempo

Durante los últimos posts hemos estado refiriéndonos al estrés, y en cada caso cómo podríamos afrontarlo y cómo puede llegar a afectar a nuestro estado emocional.

Todos conocemos situaciones estresantes, pero una de las que más estamos acostumbrados a identificar como tal es la falta de tiempo. Es cierto que en muchas ocasiones la falta de tiempo se corresponde con la realidad de la persona. Se podría describir como tener más demandas o actividades por realizar que lo que nuestras 24 horas al día nos permite hacer. Esto supone de manera general elevar nuestros niveles de ansiedad y estrés.

En otras ocasiones, lo que la persona describe como falta de tiempo podríamos asemejarlo más a falta de organización de nuestro tiempo. En esta situación, el estrés vendría mediado por la sensación de la persona de no poder llevar a cabo lo que se le ha encargado o lo que tendría previsto realizar. Se insiste en que sería una sensación o percepción lo que desencadena en este caso la emoción de estrés o ansiedad. Si exploramos más algunas situaciones de este tipo, las percepciones de algunas personas pueden ser equivocadas. Es decir, ellos perciben una falta de tiempo real para realizar determinadas tareas, pero lo que ocurre tiene que ver con una mala organización por parte de la persona a la hora de ordenar y dar prioridad a la realización de estas actividades.

Esto no significa en ningún caso falta de capacidad para desarrollar determinadas actividades. La persona en algunas ocasiones puede llegar a tener esta imagen de sí mismo, como no válido para según que tareas. Esto, además del estrés propio por la no finalización de tareas, puede conllevar una disminución de la autoestima, lo que desde el punto de vista de la persona que lo percibe, agravaría aun más su situación.

Por este mismo motivo, es muy positivo parar y analizar la situación desde el punto de vista funcional, es decir, tiempo que del que dispongo, tareas o actividades a realizar y cómo encajarlo de manera satisfactoria en este tiempo. Cuando nos vemos saturados por excesivas demandas, tendemos a iniciar actividades sin haber planificado cuál sería la mejor opción para que fuera más efectivo, y esto nos puede llevar a ser muy poco productivos y tener la sensación de estar haciendo de todo, pero no concluir ninguna actividad.

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