Hasta la fecha no he conocido a nadie que esté pidiendo nuevos monumentos en la Zona Metropolitana de Guadalajara, pero sí a muchísima gente que con verdadera angustia exige seguridad pública porque siente que su vida y sus bienes están en grave peligro ante la desbordada delincuencia.
Si los gobernantes fueran conscientes de esta realidad, sensibles ante la opinión pública, no tendrían inconveniente en destinar esos millones de pesos del presupuesto público que ahora aplican a obras superfluas, como son algunos monumentos, para resolver el problema esencial, que es la inseguridad.
El futuro personal, ante todo
Sin embargo, vemos cómo lamentablemente hay gobernantes, interesados sólo en su futuro político, no regatean millones de pesos para dizque adornar la ciudad con monumentos inútiles y horribles, que nadie ha pedido, pero sí regatean hasta el más mínimo centavo para darle seguridad a la gente, que es lo que hoy exige como cuestión de vida o muerte.
Esto muestra una vez más el verdadero perfil de ciertos políticos, ajenos muchas veces a los intereses legítimos de la comunidad. Al parecer sólo les preocupa lo suyo. Prepotencia, ignorancia y ambición es lo que predomina. Y esto hay que decirlo ahora, antes de que logren escalar otros cargos, donde harían daños mayores.
Con la inversión de cuantiosos recursos en obras que nadie pide, a la vez que olvidan o abandonan las que sí exige la población, los gobiernos muestran su verdadero carácter.
Es obvio que estos políticos no se preocupan por los problemas de seguridad porque ellos viajan en camionetas blindadas y rodeados de multitud de “guaruras”, pagados con nuestros impuestos. “Ándeme yo caliente y ríase la gente”, dirían con el mayor descaro. Y así andan estos funcionarios, que ni ven ni oyen y sólo atienden a sus muy particulares intereses.
Pero todo tiene límites
Sin embargo, todo tiene límites y costos. Días vendrán en que esto lo pueden pagar caro los políticos advenedizos y prepotentes, que hoy se creen dueños de la verdad absoluta, pero que no son capaces de sostener sus puntos de vista ante la gente que realmente conoce. Muchos jóvenes advierten ya la clase de gobernantes que tenemos.
Pero además tendrán que responderle a la Historia, que nunca ha perdonado semejantes faltas. Se vale recomponer, modificar, rectificar, mejorar las cosas en bien de la gente, pero no herir las partes más sensibles de una sociedad, como son sus tradiciones, sus valores, porque tarde o temprano no faltará quien les pase la factura.
Vemos en este momento a políticos que quieren cambiar todo lo tapatío en aras de una modernidad mal entendida. Mientras otros pueblos se preocupan por conservar sus tradiciones, su identidad, su historia, aquí se manifiesta lo contrario, acabando con lo poco digno que nos queda para presumir. Tal es el caso de las calandrias de caballos y de otras manifestaciones culturales dignas de permanencia.
Definitivamente, no se puede confiar en políticos que agreden, que se empeñan en destruir las raíces mismas de una ciudad. ¡Guadalajara merece mejor destino!
javiermedinaloera.com
Artículo publicado por el semanario Conciencia Pública en su edición del domingo 13 de agosto de 2017.