Revista Salud y Bienestar

“Faltan pruebas de la eficacia de los opiáceos en altas dosis”

Por La_penultima
Posted on julio 20, 2012 by La Penúltima Michael Rowbotham

Michael Rowbotham, de la Universidad de California.

El investigador Michael Rowbotham, de la Universidad de California, ha afirmado que los opiáceos siguen siendo una de las mejores opciones para el dolor no oncológico, pero ha advertido de que “los problemas de adicción y seguridad se centran en los usuarios de altas dosis”.

Los opiáceos son eficaces para el dolor neuropático y no neuropático y siguen siendo una de las mejores opciones en el tratamiento de pacientes con dolor no oncológico, según han establecido los expertos durante el XV Congreso Mundial de Dolor Clínico, que se ha celebrado en Granada. Aunque a priori ofrezcan múltiples beneficios, Michael Rowbotham, del Centro de Investigación Clínica de la Universidad de California en San Francisco, ha declarado que “también existe preocupación sobre el uso abusivo y es necesario un control del paciente y del tratamiento”.

En este sentido, Rowbotham ha insistido en que “los problemas de adicción y seguridad se centran en los usuarios de altas dosis. La seguridad comienza a disminuir de forma paralela al aumento de la dosis”, ha concretado el experto, y ha añadido que “no existen pruebas convincentes de que las altas dosis de opiáceos sean más efectivas, especialmente a largo plazo”. Asimismo, “no todo el mundo es un candidato idóneo, y en los pacientes con trastornos psiquiátricos comórbidos se corren los mayores riesgos de abuso de estos fármacos”, ha dicho.


Análisis previos
En cuanto a las recomendaciones para obtener mayor beneficio, el especialista de la Universidad de California ha enumerado que “realizar análisis del riesgo antes de comenzar el tratamiento con opiáceos es fundamental”. También ha indicado que “se requieren normas y objetivos claramente delimitados con un expreso consentimiento o acuerdo en cuanto a la prescripción”. En su opinión, “cumplir con un seguimiento y un horario de visitas frecuentes es clave: los análisis de orina tienen un papel fundamental”.”Evitar que coincidan la frecuencia de la dosis con la duración del alivio, prescribir cantidades moderadas y limitar los opiáceos suplementarios en la barrera del dolor deben ser normas básicas para la prescripción de estos fármacos”, ha informado el especialista.

La utilización de opiáceos para el tratamiento del dolor oncológico cuenta con una gran evidencia científica. La falta de consenso se da, principalmente, en la terapia opioide de los síndromes dolorosos crónicos vinculados con patología no oncológica. Esto se debe al riesgo de abuso. El problema es más evidente en Estados Unidos, donde, según Rowbotham, “existe una gran preocupación por el uso abusivo de los opiáceos debido a la derivación del medicamento (robos, desapariciones) y no sólo al uso del propio paciente”.

Hay que hacer una evaluación completa del paciente; los que mejor responden son los que tienen una marcada estabilidad psicosocial

En el paciente con cáncer el dolor es más intenso. En cambio en los individuos con enfermedades no oncológicas tiende a ser mucho más prolongado, generando mayor sufrimiento. En este sentido, la utilización de opiáceos tiene un lugar preponderante no solamente como analgésicos, sino también por su alta eficacia en el tratamiento de otros síntomas (disnea nocturna o tos, por ejemplo).

Ante la cuestión de a qué pacientes con dolor crónico no oncológico deben prescribírseles un analgésico opioide, el especialista estadounidense ha especificado que “hay que hacer una evaluación completa y detallada del paciente. En general, los que mejor responden al tratamiento con opioides son aquéllos que tienen una marcada estabilidad psicológica y social. El paciente que podría mejorar con la terapia opioide es aquél que anteriormente ha respondido, o que no ha recibido opioides pero en el que todos los tratamientos previos han fallado”.

El tratamiento debe tener un objetivo claro en cuanto a alivio del dolor y mejora del estado funcional físico y psicosocial. En relación a sus efectos secundarios, el síndrome de neurotoxicidad inducida por opioides es uno de los más frecuentes. Provoca un cuadro de disfunción neurológica que puede alterar de forma grave la calidad de vida de los pacientes, dificultando un adecuado tratamiento del dolor.

Placebo y nocebo
Otro de los puntos que se ha debatido en el encuentro sobre Controversias en el tratamiento con farmacoterapia de dolores crónicos ha sido el de los efectos del placebo y nocebo. Joseph Pergolizzi, de la Universidad Johns Hopkins, ha expuesto que “siguen desconociéndose los mecanismos que dan lugar a estos procesos, cuyos efectos continúan estudiándose”.

La administración de medicamentos se acompaña de la aparición de efectos beneficiosos y no deseados que no siempre son debidos al mecanismo farmacológico. Los primeros se conocen como efecto placebo, mientras que los segundos se denominan efecto nocebo, “que es mucho menos conocido a pesar de que puede constituir una fuente importante de reacciones adversas que se atribuyen a la terapia farmacológica, aunque se perfilan algunos mecanismos que podrían estar implicados”, ha concretado el especialista, y ha añadido que “se han planteado las posibles interacciones entre opioides endógenos y colecistocinina”.

Según ha afirmado Pergolizzi, “en la práctica clínica debe considerarse la presencia de efecto nocebo en los pacientes que presentan trastornos inespecíficos asociados a la toma de medicamentos y que somatizan con facilidad”.


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