Los ictiófidos, que comprenden 35 especies repartidas en dos géneros (Caudacaecília e Ichthyophis), presentan también varios anillos en cada segmento del cuerpo (en lugar de uno o dos) y vértebras que se extienden más allá del ano, formando una falsa cola, pero, a diferencia de los anteriores, cuentan con numerosos huesos craneales. Todas las especies son ovíparas, los huevos se depositan en el barro, cerca del agua, y las larvas llevan una vida libre. Se distribuyen por la India, Sri Lanka, el Sudeste Asiático, la parte occidental de Indonesia y Filipinas.
La hembra de Ichthyophis glutínosus pone una veintena de huevos. Estos, esféricos y con un cordón albuminoso que les sirve para unirse unos a otros, forman una pelota alrededor de la cual se enrosca la hembra, que así los defiende contra los ataques de otros animales mientras permanece escondida, para mayor seguridad, en una cámara subterránea preparada con anticipación.
Mientras los embriones están en el huevo presentan tres pares de branquias externas, extremadamente largas, que ofrecen el aspecto de delicadísimas plumas rojas. Los jóvenes nacen en forma de larvas acuáticas, que nadan por medio de amplios movimientos ondulatorios, utilizando un repliegue dérmico vertical situado en la parte posterior del cuerpo y que constituye una especie de aleta caudal. Durante este período de su vida presentan una o dos hendiduras branquiales y unos órganos sensoriales epidérmicos, distribuidos por la superficie de la cabeza y del cuerpo, análogos a los neuromastos de la línea lateral de los peces óseos. Las branquias, sin embargo, son absorbidas al nacer, de modo que las larvas se ven obligadas a subir de vez en cuando a la superficie para respirar oxigeno atmosférico. Pasado algún tiempo, éstas adquieren la forma del adulto, pierden la aleta caudal y las aberturas branquiales y salen finalmente del agua para emprender su vida subterránea.