A pesar de haber sido publicado allá por el mes de diciembre, no me había hecho eco en esta ocasión del último número (hasta la fecha) de FAMIPED, Familias, Pediatras y Adolescentes en la Red, el número 4 del volumen 5 .
Lo abre el editorial de Francisco Javier Fernández López, pediatra y miembro también del Grupo de Cooperación, Inmigración y Adopción de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, que abordando el impacto de la aprobación del Real Decreto 16/2012 de reforma sanitaria sobre la salud infantil afirma que:
Entre otras medidas, este Real Decreto restringe la atención sanitaria de las personas inmigrantes en situación irregular, que sólo podrán ser atendidas de urgencia y para asistencia al embarazo, parto y posparto, lo que supone un gran retroceso en el acceso a la salud de una población que se encuentra en una situación calificada de muy vulnerable. Incluso la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea ha alertado a sus Estados miembros de que “excluir a las personas migrantes en situación irregular de la atención sanitaria puede poner en peligro su vida y su bienestar, incrementar el coste de un futuro tratamiento de urgencia, y también puede suponer un potencial riesgo de salud para la comunidad”.
El Real Decreto afirma que todas las personas menores de 18 años, incluidas las no registradas ni autorizadas como residentes en España, continuarán recibiendo asistencia en las mismas condiciones que hasta ahora, pero no contempla ninguna medida para detectar y atajar el impacto negativo que dicho Decreto puede tener sobre la salud de los niños y niñas. Si las personas -inmigrantes o españolas- que conviven con los niños están perdiendo el derecho a ser atendidas por el sistema sanitario, la repercusión sobre los niños puede ser muy grande. Y esto nos preocupa a los pediatras de atención primaria.
Con toda seguridad, las limitaciones impuestas a las personas adultas sin documentación influirán en la higiene, alimentación, educación y todo tipo de cuidados de la población infantil que de ellas depende. Si las personas adultas responsables de estos cuidados no pueden conservar de forma adecuada su nivel de salud física y mental, difícilmente van a ser capaces de velar por el bienestar de sus hijos, hijas, hermanos, hermanas,… De la misma manera, si una de estas personas adultas se ve privada, por ejemplo, de la capacidad de acceder al tratamiento necesario para curar una enfermedad infecciosa, es muy probable el contagio de ésta al menor o menores que tiene a su cargo.
PantallasAmigas e INTECO (con su apartado dedicado a menores) son las recomendaciones para navegar con seguridad en la red, especialmente cuando de pequeñ@s e Internet hablamos.
Mención especial merece el testimonio de Ana López y José Francisco Jiménez, madre/padre de tres menores que nos hablan de sus motivos y su visión del mundo, la misma que les ha llevado a Brasil, para compartir la vida, otra vida, desde otros valores que, al menos, deberían darnos qué pensar… La reproduzco de forma íntegra, aunque me permito la licencia de remarcar alguna frase e incluir algún enlace que no aparece en el original:
Queríamos compartir con vosotros, en la revista para familias, nuestros esfuerzos por educar “bien” a nuestros descendientes. Todos aquellos que lo intentan en esta sociedad donde nos encontramos coincidirán en la dificultad de la tarea, y en cómo parece que “algo no cuadra”. En verdad, esa fue parte de nuestra motivación como familia para dejar, aunque fuera por unos meses, nuestra realidad acomodada e ir a compartir vida con otras familias, en este caso con asentados por el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), en el campo brasileño.
Pero vamos a presentarnos: somos José y Ana, con Quique de seis años, Cris de cuatro y Marta de dos. Ambos trabajamos en el ámbito de lo educativo, tanto en el formal como en el no reglado. Desde jóvenes hemos participado en grupos eclesiales de base, asociaciones de barrio u ONGs, lo que nos ha permitido enriquecernos con experiencias en América Latina, concretamente Venezuela y Ecuador. Así hemos llegado hasta Brasil.
Para los no iniciados, el MST fue fundado en 1984, y su principal objetivo es luchar por la realización de la Reforma Agraria en Brasil, contemplada en la Constitución desde hace más de 30 años y necesaria en un país con grandes desigualdades y gran concentración de la tierra. Esta Reforma Agraria no significa quitar tierras a ricos y dárselas a los pobres, en una versión moderna de Robin Hood, sino que, en muchos casos, consiste en recuperar tierras del propio Estado que están siendo pirateadas por grandes empresas, y repartirlas en usufructo entre familias que adquieren el compromiso de trabajarlas y hacerlas producir. De esa forma, la tierra siempre sigue siendo del Estado, nunca puede ser comprada o vendida y sirve para producir, no para especular o enriquecerse.
Nos llamó la atención su capacidad de organizar y formar a las personas, muchas de ellas de orígenes bien humildes, con un trabajo de base y una capacidad de análisis de la realidad muy interesantes, que podría ser necesaria en la sociedad española. Por nuestra parte, damos clases de español, contribuimos en la mejora de infraestructuras o colaboramos en la huerta y otros ámbitos productivos.
Tomando un poco de perspectiva, vemos que nuestra realidad española no está tan acomodada como quiere aparentar (con 5 millones de parados, es imposible acomodarse…) y, sin embargo, nuestros niños y jóvenes se mantienen ajenos a las dificultades que les esperan a la vuelta de la esquina. El consumismo parece la droga que adormece los sentidos e impide que la reflexión sobre la realidad nos movilice. Nuestro modo de acceder a la realidad se mezcla en los noticiarios con la telebasura más hedionda, dificultándonos el diferenciar dónde empieza la realidad y dónde acaba el espectáculo.
Eso pasa con nosotros como progenitores adultos y, por supuesto, y aumentado, con la nueva generación. Nuestra estancia aquí nos está ayudando a volver experiencia viva muchas de esas frases que ya nuestros padres nos decían: “mira que en el mundo muchos niños no tienen…” y, en esos puntos suspensivos, colocar multitud de cosas, sin por ello desmerecer la dignidad de las personas. Porque, sí, señores, se puede vivir sin play station, se puede vivir sin miles de juguetes; de hecho, se puede vivir hasta sin luz eléctrica.
Nuestros peques, aquí, se levantan temprano para ir a la pequeña escuela rural, próxima al asentamiento. A pesar de las iniciales dificultades con el idioma, se han adaptado bien y hoy hablan un ¨portuñol” lo suficientemente elaborado como para enseñar a sus padres alguna palabra que otra. Quitando los pocos juguetes que pudimos traer de España, están aprendiendo a jugar con otros niños y niñas y, sobre todo, en la naturaleza, sin miedo de coches, en un entorno amigable para ellos, muy alejado del stress y las prohibiciones de la ciudad.
El ejemplo que aquí están recibiendo les ayudará a valorar lo que tienen y, también, a sentir que todos somos en buena medida ciudadanos del mundo, por encima del país donde hemos nacido, perspectiva que creemos muy necesaria en una sociedad multicultural como la nuestra.
Frente a la impotencia para transmitir algunos valores en nuestra sociedad (esfuerzo, solidaridad, lucha, coraje y disciplina para algo más que mi propio interés), decidimos cambiar de aires y buscar un entorno más favorable. Esperamos que las lógicas dificultades habidas (integración, idioma, nostalgias…) se hayan visto compensadas por el aprendizaje adquirido.
En definitiva, lo que un padre o una madre siempre quieren es lo que consideran mejor para sus hijos y, a nosotros, esta sociedad individualista no nos lo parece.
Y antes de finalizar, un vídeo sobre el libro La hora del recreo, con el que la Fundación Telefónica | Proniño quiere concienciar a la sociedad sobre la necesidad de erradicar el trabajo infantil
… una serie de reportajes fotográficos y escritos que pretende acercarnos a una realidad social, la del trabajo infantil en Latinoamérica, con una mirada diferente: real, comprometida, solidaria, sensible y, sin duda, respetuosa. Una dura realidad alejada en el espacio y en el tiempo de la nuestra y a la cual no estamos acostumbrados.