Revista América Latina

Fandangos y chanchanes

Publicado el 16 octubre 2012 por Isa @ISA_Universidad

Fuente: Pedro de la Hoz, Granma.

Abierta y caudalosa como un río fluyó la obra de Leo Brouwer durante las últimas jornadas del IV Festival de Música de Cámara que bajo su convocatoria y con su nombre acaba de finalizar en La Habana.

Fandangos y chanchanes

El maestro ha dicho una y otra vez que lo importante no es su música sino los músicos que la interpretan. Pero su protagonismo autoral no puede quedar en un segundo plano, cuando a todos maravilla y asombra el hecho de que mientras algunos de sus encumbrados colegas en el mundo se contentan con vivir de las glorias pasadas o se repiten hasta el agotamiento aferrados a fórmulas exitosas, Leo no solo encuentra motivaciones para acometer nuevas empresas, sino asume el riesgo de reinventarse a sí mismo y admitir de buena gana que otros lo hagan a partir de lo ya creado por él.

Esta última vertiente, la de versionar a Brouwer, justificó la participación de Josué Tacoronte —cubano aunque parezca andaluz; graduado del conservatorio Amadeo Roldán; iniciado profesionalmente en el Ballet Español de Cuba y el Conjunto Folclórico Nacional; hoy día con varios años de carrera en México—, quien con osadía y en muchos casos buen tino decidió arropar el repertorio para la guitarra del maestro con fandangos, bulerías, tientos y los palos flamencos de ida y vuelta entre taconeos, cantes y palmadas.

Prefiero, sin embargo, glosar las novedades de Brouwer en esas jornadas. En la primera, el estreno mundial de Elegía por Cintio Vitier, para flauta (Niurka González Núñez) y guitarra (Ricardo Gallén), que de cierta manera nos recordó la empatía entre ambos instrumentos en la sección inicial de La región más transparente, aunque las frases en este caso —notas y silencios, estos con tanto valor semántico como las primeras— transcurran con mayor poder evocador.

En Gallén, siendo español y por tanto heredero de una tradición, se reconoce también el linaje de la Escuela Cubana de Guitarra, en esa relación de continuidad trazada por Nicola, Brouwer, Ortega y Clerch, evidente en el modo de abordar La ciudad de las columnas y el Concierto elegíaco, este en la magnífica compañía del pianista Darío Martín que cubrió la reducción orquestal para su instrumento.

El último concierto, bajo la advocación de Compay Segundo, hizo trizas una vez más los compartimentos estancos entre lo culto y lo popular. ¿O acaso los sones y guarachas de Repilado, como los de Piñeiro y Matamoros, no representan la más alta cultura?

Leo armó una orquesta de cámara e integró a ella el armónico con que Chiquitico sigue sonando el instrumento inventado por Compay, y el laúd del virtuoso Edwin Vichot, para estrenar Chacona, in memoriam de Compay Segundo.

La genialidad del autor pasa tanto por la alusión formal —eso, no más que un dato referencial— a una de las formas populares de la música barroca —recuérdese la famosa Chacona en re, de Bach—, como por sortear la tentación de la cita directa del tema más difundido del homenajeado, Chan chan, del que toma solo los acordes que definen la base rítmica y a partir de ellos desarrolla un discurso dramático que desemboca en un pasaje de tintes melancólicos.

Otro estreno feliz tuvo lugar esa noche. Seducido por el formidable trabajo de conjunto que ha venido haciendo por tres lustros su colega y amigo Jesús Ortega al frente de Sonantas Habaneras, Brouwer escribió una sonata cuyo cuarto movimiento, una imaginativa recreación de los motivos rítmicos del danzón Almendra, de Abelardo Valdés, entregó como primicia. Y se dio el gusto de dirigir a la orquesta de jóvenes guitarristas en esa pieza y en otra que por primera ocasión se escucha en Cuba, su Concierto de Tricastín (2008), en versión esta vez para bandurria (Pedro Chamorro) y guitarra (Pedro Mateo), con un vals en el segundo movimiento que refresca el París de la Piaf y los organillos callejeros tan caros a Jean Renoir y René Clair.

El festival dijo adiós pero su huella perdura. Entre sus últimas imágenes, el rescate de los deliciosos Tres bailables manzanilleros, de Carlos Borbolla, por la Orquesta de Cámara de La Habana, que suena como la música manda en manos de su directora Daiana García, la simpática fanfarria que Leo dedicó a Compay en las claras trompetas de Fadev Sanjudo y Darián Perdomo, el humor inteligente de Osvaldo Doimeadiós… Todo listo para continuar, puesto que ya la directora artística del festival, la diligente Isabelle Hernández, anunció que en el 2013, del 3 al 12 de octubre, La Habana será una fiesta.


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