Las circunstancias generadas por la necesidad de ingresos hospitalarios en la pandemia por coronavirus han obligado a una reasignación de roles en distintas disciplinas sanitarias. Los fisioterapeutas no han sido menos y hemos tenido que adaptarnos a esta coyuntura, modificando nuestras funciones habituales.
En nuestro hospital los profesionales de la Unidad de Fisioterapia y Terapia Ocupacional se han dispersado por otras áreas, e incluso fuera del centro. En cuanto a los fisioterapeutas, se han destinado entre otras labores a recepción y cribaje en Urgencias y Oncología, tratamientos en hospitalización de pacienteS no infectados por coronavirus, distribución domiciliaria de medicación desde la farmacia hospitalaria, apoyo en almacén o creación de contenidos escritos y audiovisuales sobre pautas y posicionamiento del paciente respiratorio. En nuestro caso, además de tareas como atención telefónica puntual y envío de correspondencia electrónica, hemos participado en pronación y “despronación” de pacientes en la UCI habitual y en las creadas por la emergencia. Esperemos que cuanto antes comencemos a tratar como fisioterapeutas las consecuencias de la enfermedad, la ventilación mecánica o la postración.
La experiencia es una mezcla de aprendizaje, experimentación, emoción, incertidumbre, novedad, compartición, solidaridad, compañerismo, responsabilidad, frustración, empeño, miedo, compromiso, coraje, duda, cesión, cansancio, y otras cosas que el tiempo nos dejará ver. Como en las entradas previas, quizá estemos leyendo esto desde el futuro. Ojalá lo veamos, ojalá todo sea un recuerdo de algo que vivimos en primera línea.
Pero descendamos al terreno de lo inmediato, de uno de esos muchos aprendizajes que queremos compartir. Durante los cambios posturales entre decúbitos prono y supino los pacientes con un nivel de activación mínimo pueden moverse, desestabilizarse o muestran signos como aumento de frecuencia respiratoria o respiración paradójica. El médico del “equipo pronador” decide la medicación que el enfermero administra al paciente (por vía venosa periférica o central) antes, durante y después en base a la operación y a la respuesta del paciente. Lo que se pretende es sedación, relajación y/o analgesia. Los medicamentos habituales son, en nuestra experiencia, midazolam, fentanilo, rocuronio y propofol. Queremos dejar claro que es eso, nuestra experiencia, no valoramos idoneidad ni pertinencia de esas medicaciones. Y agradeceríamos cualquier aportación de los expertos en la materia. Lo que sí haremos en intentar entender su acción y las repercusiones que pueden tener en la actividad como fisioterapeuta, durante su aplicación y en la recuperación de las capacidades motrices y respiratorias del paciente.
El midazolam es una benzodiacepina y, como tal, seda y relaja la musculatura. Empieza a actuar en unos 2 minutos y su efecto dura de 5 a 1o minutos (ver aquí).
El fentanilo es un opioide, analgésico de elevada potencia, acción rápida (en minutos) y vida corta que se utiliza como sedante para adaptación a la ventilación mecánica. Puede provocar depresión respiratoria.
El bomuro de rocuronio es un bloqueante neuromuscular de acción rápida. Provoca parálisis muscular completa (también de la muculatura respiratoria) que permite la intubación en menos de 60 segundos. Se usa para facilitar la intubación endotraqueal y la ventilación mecánica a corto plazo. Su efecto se potencia con fentanilo y propofol (ver infra), entre otros. Después de su uso prolongado en UCI puede producir debilidad muscular y miopatía esteroidea tras la administración prolongada conjunta de estos fármacos y corticoesteroides (ver aquí). Veremos si esto puede influir en la reeducación general y respiratoria de nuestros pacientes por COVID19.
El propofol es un anestésico general que provoca inconsciencia que se utiliza, en este caso, para sedación. Parece que para este uso no debería administrarse más de siete días. Se absorbe rápidamente, y la acción sobre la pérdida de la conciencia se inicia aproximadamente a los 30 segundos.
Evidentemente, estos pacientes tienen otra medicaciones que se administran según la prescripción del médico especialista, en pauta periódica o con perfusión continua. Las dosis dependerán de las características del paciente (peso, edad), de las sinergias y compatibilidades con otros medicamentos y de la historia clínica (comorbilidades, alergias, etc.).
Volvemos sobre el planteamiento inicial. Hemos insistido en múltiples ocasiones en que el fisioterapeuta debe conocer el tratamiento farmacológico se su paciente. Aquí vemos esa necesidad. Si acudimos a la UCI es preciso saber la interferencia de la medicación en el estado de consciencia, las pautas horarias para intentar intervenir en ventanas de colaboración activa del paciente, las repercusiones hemodinámicas de los fármacos, los efectos adversos o interfirientes en la respuesta motora, etc. Ahora, necesitamos la sapiencia y la paciencia de los compañeros médicos y enfermeros. ¿Nos ayudáis?
Referencias:
Centro de información online de medicamentos de la AEMPS – CIMA