15/02/2011. Casi un caballero, José María Forqué, 1964, España
Una más de entre las comedias que Forqué facturó a lo largo de los 60 para/con Pedro Masó. En este caso un enredo moderadamente simpático entre un ladrón sofisticadísimo e infalible y un trío de mangantes de tres al cuarto a los cuales pisa constantemente los trabajos por pura diversión. Le falta ritmo y le sobra teatralidad, aunque tiene cierta picardía y algún momento ingenioso. Conchita Velasco (guapísima, por cierto) y Alberto Closas forman una aprovechable pareja de alta comedia, mientras Landa y López Vázquez sobreactúan como mulos.
Un giallo bastante curioso, aunque ni mucho menos logrado, que funde manierismos propios del subgénero, resabios de thriller judicial y una atractiva sub-trama de elaborada venganza personal solo revelada durante su clímax. Esta mixtura, unida a su estilo narrativo fragmentario, cierto clasicismo krimi y a la propia personalidad de Tessari como realizador, logran destacar el conjunto del pelotón de imitaciones de Argento. Por lo demás algunos formalismo setenteros afean el resultado pero lo compensa la belleza de las localizaciones bergamascas, la formidable banda sonora de Gianni Ferrio y la presencia de intérpretes como Wolfgang Preiss o el turbio Helmut Berger.
Una joven corista tiene la desgracia de presenciar un asesinato la noche antes de su boda. A partir de ese momento el criminal y su propia paranoia la angustiarán sin descanso. Un film ciertamente insólito, olvidado casi por completo (ni tan siquiera suele aparecer listado entre los thrillers españoles del breve esplendor entre el 50 y el 65) y que a su modo destaca dentro de la interminable carrera de su realizador. Muy irregular y con sus mejores momentos cortocircuitados por la intromisión de un costumbrismo/humorismo insufrible. Aun así cuenta con aciertos atmosféricos, escenográficos o tonales de toda clase y la guapísima May Heatherly saca una gran partido de sus maravillosos ojos acompañada de una agradecida representación de característicos nacionales. En cambio a su partenaire, el portugués Virgilo Teixeira, no hay quien lo aguante. La imagen que se da de la vida y mentalidad de provincias resulta, no por impremeditada menos repugnante.
Intenso thriller psicológico sobre una joven madre americana, recién llegada a Inglaterra en compañía de su hermano, que ve como su hija desaparece y todo el mundo parece dudar de su misma existencia. Absorbente y crispante, apura a fondo sus posibilidades paranoicas y perturbadoras hasta cristalizar en una clímax enfermizo de más que sugestiva formulación plástica en barroco blanco y negro. Repleto de personajes sugerentes y memorablemente interpretada, incluye, además de a la excepcional y desaprovechadísima Carol Lynley llevando el peso dramático, a glorias de la escena británica como Laurence Olivier como el comisario encargado del caso o un verdaderamente genial Noël Coward encarnando al excéntrico vecino de la protagonista. Saul Bass completa la propuesta entregando una de sus magistrales creaciones conceptuales para los créditos iniciales.
Delicioso film fantaterrorífico soviético poseído por un genuino sentido folklórico tanto de la narración como de la formulación plástica. Cuenta la historia de un joven seminarista que debe velar durante tres noches seguidas el cuerpo de una bruja según un cuento de Nikolai Gogol que dio igualmente pie a La máscara del demonio de Mario Bava, aunque esta en una clave totalmente libérrima. Desborda todas las virtudes de la fantasía soviética y esta libre de cualquiera de sus defectos nacionalista, siendo un dechado de humor e imaginación. Formalmente un tanto irregular, deslumbra en todo cuanto tiene que ver con la fantasía pura, es decir aquello que compete a la escenografía de esa maravillosa iglesia de madera llena de retablos pintados. Formidable tratamiento cromático e intervención que se presume clave del gran Aleksandr Ptushko en el guión y el diseño y ejecución de efectos visuales.
Tragicomedia escrita por Rafael Azcona durante su muy reivindicable periodo italiano para Marco Ferreri, basándose libremente en la vida y obra del fenómeno de feria de finales del XIX Julia Pastrana, pero trasladada al Nápoles contemporáneo. A veces tierna, a veces grotesca, con momentos de innecesaria crueldad y otros de una negrura implacable, ejemplifica bien el talento de sus responsables en el que quizás sea el mejor momento de sus respectivas carreras, siendo capaces de supeditar, en todo momento, cualquier característica de la película a la miserable mentalidad de sus personajes. Ugo Tognazzi y Annie Girardot resultan insuperables y contiene un par de escenas de cierre verdaderamente desoladoras.
Tras el fin de la guerra un coronel sudista renegado sigue acaudillando a un grupo de rufianes procedentes de uno y otro lado de la frontera. Un misterioso personaje les pondrá sobre la pista de un fabuloso tesoro de la confederación del cual solo él conoce el paradero exacto. Spaghetti-western repleto de acción que ejemplifica bien el estilo de su director dentro del género (y fuera también) en cuanto fusiona la senda “leoniana” con una bastardización de títulos como Río Conchos (a los cuales añadirá en futuros empeños la veloz aclimatación de otros como Doce del patíbulo) y su pasión por la hazañas bélicas teñidas de cinismo. Atesora detalles de puesta en escena, encuadres llamativos y hallazgos escenográficos como el cementerio indio en una cueva que sirve de espacio para el duelo final pero el desarrollo resulta pedestre y las actuaciones pobres, aunque cabe reconocer que tanto Edd Byrnes como Guy Madison cumplen más o menos y que la presencia maléfica de Federico Boido aporta lo suyo. Por lo demás aventuras al por mayor, traiciones sin cuento y un agradecido aire general a tebeo.
Primera entrega de las correrías del detective privado Tony Rome (la segunda será la inferior a esta “La mujer de cemento” en 1968), impulsadas por Frank Sinatra con, por un lado, la indisumulada intención de promocionar el escenario de Miami Beach y por el otro la de aprovechar el tirón de un neo-noir despertado por el éxito de la un año anterior “Harper, investigador privado”. Se recuperan las tramas alambicadas, los secretos familiares y el protagonista cínico pero con un estilo puramente “sixties”, colorista, soleado y algo ligero. Sinatra responde a la perfección en su registro más cool acompañado por un muy solvente equipo de característicos, entre ellos una joven y deslumbrante Gena Rowlands con secretos y la solidez de Gordon Douglas hace que la película parezca mejor de lo que es. Por lo demás se sigue con interés, tiene potentes momentos de violencia, magníficos diálogos y un humor algo burdo en ocasiones. Para los amantes del boxeo la vieja gloria Rocky Graziano realiza una pequeña intervención.
Un veterano sheriff alquila sus servicios en una conflictiva ciudad con el objetivo de dar muerte al hombre que años antes matase a su hijo. Por el medio se le cruzará otro muchacho que le recuerda a él. Modesto western paternofilial dirigido por Burt Kennedy con su inane corrección habitual y sus acostumbrados rasgos humorísticos. Peca de exceso de casualidades, tópicos a mansalva y giros puramente de guión pero en conjunto está realizada con honestidad y cariño. Mitchum domina la película igual que respira o camina y por su parte Angie Dickinson luce piernas y belleza radiante en su papel de puta con el corazón de oro.
Descacharrante experimento del mago Lipský consistente en tomar una vulgar trama folletinesca con recuerdos al mudo y no solo proyectarla del revés sino transformar su sentido, invertirlo de forma tanto literal como metafórica. Al recurso formal de la marcha atrás (que logra encima momentos de rara belleza cinemática) se añade una por completo absurda narración en off del protagonista y un constante estupor cómico en la nueva ordenación de los diálogos, todo o cual da como resultado una completa subversión/reescritura de la realidad a través de la comedia. Fecunda y deliciosa, creativa y enloquecida, tan compleja en todos los sentidos como resuelta con apabullante sencillez. Una de las joyas de la gran escuela checa del humor y una de las mejores creaciones de su admirable autor.
Con el objetivo de robar un cargamento de oro un grupo de bandidos asaltan un solitario puesto de diligencia, asesinan al dueño y mantienen secuestrados a su ayudante y a una joven con una niña pequeña pensando que son matrimonio. Tenso western claustrofóbico que demuestra muy bien la clase de talento rocoso que tenía Hathaway. Muy físico y bastante violento, alcanza cotas notables de suspense agobiante, a las cuales colaboran tanto la propia puesta en escena, opresiva y sacando gran partido del escenario casi único, como el formidable equipo de intérpretes con mención especial para un genial Jack Elam y su rostro imposible en la piel de un psicópata ansioso por violar a la dura Susan Hayward.
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