El montaje de Fedra que se presentó en Mérida con Lolita a la cabeza ha llegado a Madrid, y se queda muy poco tiempo, así que era cuestión de ver el espectáculo lo antes posible ya que en las escasas dos semanas que va a estar en La Latina, era de suponer que no será muy fácil conseguir entradas, así que me acerqué a verla el primer fin de semana después de su estreno. Este mes de septiembre se me presenta frenético en cuanto a teatro se refiere, y estoy en una tesitura que me cuesta sacar hueco para ver algo, así que intento optimizar al máximo el tiempo, y distribuir las funciones de la mejor forma posible, para luego poder llevar el blog al día, ya que de estar casi mes y medio me parón, he pasado a publicar una crónica diaria. Después de toda esta explicación que supongo que no os interese mucho, voy a deciros el porqué de mi interés ante Fedra. Me gusta Lolita, no lo puedo remediar, me parece una maravillosa actriz, que ha sido injustamente tratada por la profesión, y que disfruta por suerte de un momento profesional dulce, y muy merecido. Así que no podía dejar pasar la ocasión de verla en uno de los mejores personajes femeninos que se ha concebido nunca, y que en manos de Lolita podría convertirse en el volcán a punto de explotar que nos dicen las promos de la obra. La realidad es que explotar lo que se dice explotar no explota, y aunque la función se puede considerar irregular, reconozco que disfruté, ya que cómo todos sabemos, el ser humano es contradictorio por naturaleza.
El mito de Fedra ha sido ampliamente versionado, desde Eurípides hasta la actual versión de Paco Bezerra, no pocos autores se han atrevido con ella, incluso teniendo nuestro cine un título emblemático con Emma Penella como Fedra que en su momento hizo correr ríos de tinta. Fedra, la voluptuosa Fedra, que tan caro paga su sensualidad dependiendo de las versiones y que tantos esquemas rompe por hacer lo que le da la real gana, tiene cierto poder de fascinación dentro de su nada velado erotismo, su retorcida psicología, y la forma en la que sus actos arrastran al precipicio a todos aquellos que la rodean. Quizás estos sean los componentes de su historia que mas nos atraigan, y aquellos que hacen tan carismática y atractiva a la figura de Fedra. Una de mis trágicas favorita, y cuya personalidad me resulta muy sugestiva.

La versión de Paco Bezerra presenta a una mujer independiente, presa de un amor fou, equivocada en sus apreciaciones sobre Hipólito, y que no actúa por despecho, sino por otras motivaciones que quedan bastante claras en la función, pero que sinceramente pienso que desvirtúan un poco la esencia del personaje, y le restan chicha dramática. Bezerra parece necesitar justificar continuamente al personaje, o hacerla buena encajándola dentro del discurso feminista, muy loable sin duda, pero que creo que en este caso no acaba de casar con el mito. La visión de Fedra que se da en el texto quita cierta coherencia al personaje, y nos cuesta un tanto entender su recorrido, esa es la verdad, llegando un punto en el que no nos hacemos preguntas sobre lo que vemos y nos dejamos arrastrar por un texto que navega mas hacia el melodrama que hacia la tragedia. Bezerra utiliza un bello lenguaje para contarnos la historia, de gran lirismo en algunos momentos, y si es cierto que la mayoría de los personajes se encuentran muy bien perfilados, y condensa en hora y media la historia de forma adecuada, sabiendo elevar la tensión dramática en cada acto de forma que el clímax coincida con el final del mismo para desacelerarnos de nuevo al principio del siguiente. Resultando el texto una suerte de carrusel emocional en el que subimos y bajamos según se va desarrollando la historia.



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