Me imagino que hay años que se recuerdan especialmente por algo que cambió tu vida y hay otros años que, inmediatamente, pasan y ni te molestas en despotricar de él porque sabes que ya pasó, que ya se va y que otro viene, preferentemente mejor.
A cada uno, el año nos ha venido como buenamente el destino (o quien quiera que co** sea) lo ha diseñado así.
Sin embargo, mi principal propósito, objetivo o meta de año nuevo va a ser intentar no culpar a 2013 de ninguna lágrima y felicitarlo por todas las risas que me dio, por todos los primeros y últimos abrazos de los que disfruté y por todos los minutos de risas que me regaló. Siempre nos acordamos de lo malo y lo bueno lo damos por sentado, pero la vida es una gran y pegajosa mezcla amarga y dulce que tragamos con los ojos cerrados cada día y por la que lo mismo nos da un dolor de barriga a las 3 de la madrugada para salir corriendo al baño más cercano o nos arranca una carcajada que hasta asusta a nuestras pestañas.
Por todo ello, esta entrada va dedicada especialmente a todos aquellos que me acompañan aunque lejos, a todos y cada una de las personitas con las que me he topado en este año y que me han ayudado a ser más fuerte y a ponerme aun más colorada; a entender que, en realidad, los amigos son los que te sacan sonrisas sin ni siquiera hablar. A ser feliz con un desayuno en compañía, un café de máquina ardiendo o una conversación de esas de repente, pero inolvidable.
Derrochad más que de costumbre, comed aun más si es posible y bebeos alguna que otra copita a mi salud, porque en el fondo la vida está hecha de recuerdos y yo… Bueno, ya sabéis, me gustaría estar en los vuestros.
Felices nuevos cuentos, feliz año.