Puesto porJCP on Dec 29, 2014 in Autores
El discurso de Felipe VI ha sido unánimemente alabado por partidos (incluido Podemos) y medios por haber tenido la grandilocuencia de repetir los tres síntomas que todo el mundo utiliza para describir la situación española:corrupción, paro y Cataluña. Su grandilocuencia no está, por tanto, en la vulgaridad de esa descripción, sino en haber elevado esos tres hechos visibles a la categoría de causas ocultas de tan desdichados fenómenos. El nuevo rey es un metafísico, convierte los síntomas en diagnósticos y cree poder remediar las dolencias por el solo hecho de mencionarlas. Con ello, Felipe VI se inscribe en la larga lista de reyes con el don divino de curar enfermedades dejándose tocar por los que las padecían. El problema de los reyes taumaturgos es que no son capaces de curar nada.
Diagnóstico es “conocer la naturaleza de una enfermedad mediante la observación de sus síntomas”, y si algo ha demostrado el rey es no tener ni idea de la naturaleza de la nuestra. Ni siquiera ha mencionado a los grandes culpables, las oligarquías política y financiera, proponiendo, además, que sean los agentes patógenos que la han producido los encargados de curarla, es decir, de eliminarse ellos mismos. ¿Está quizás proponiendo que, como a la muerte de Franco, se autoinmole toda la clase política? Nada más lejos, ya que en su discurso para la salvación de España convoca a todos “los agentes políticos, económicos y sociales a que se unan permanentemente en interés de la ciudadanía”. O sea, a los mismos que nos han arruinado y a quienes importa una higa el interés de la ciudadanía.
Pero más allá de esta confusión infantil entre síntomas y diagnóstico, y la absurda llamada como salvadores a los causantes del hundimiento, el discurso define la nueva mentalidad real con la proclamación de lo que nadie se había percatado: “La unidad histórica y política de España”. Esta original idea descansa en otro descubrimiento sensacional que los historiadores repetirán como la gran contribución de Felipe VI a la filosofía política universal: “Lo que hace de España una nación con una fuerza única es la suma de nuestras diferencias”. Es decir, la fuerza de España está en los avances espectaculares de la secesión de Cataluña y del País Vasco. Para rematar y perfeccionar su descubrimiento añade que se debe “seguir construyendo todos juntos un proyecto que respete la pluralidad”, la suma de nuestras diferencias es lo que define a España. Menos mal que no la ha calificado como país de países, como acaba de hacer en Cataluña Pablo Iglesias.
El monarca “mejor preparado”, según la propaganda oficial, debería saber que la nación es la nación y eso no es un producto de la voluntad de nadie, y debería proclamar alto y claro que España no es una cuestión decidible, que el derecho a decidir no está reconocido en ningún ordenamiento jurídico del mundo. Decide solamente quien puede, y legitimidad para decidir solamente la tienen los titulares de algún derecho subjetivo. ¿En cuál se amparan los separatistas catalanes y vascos para legitimar su derecho a decidir? En ninguno, pues el derecho de autodeterminación solamente está reconocido para los pueblos colonizados por otro Estado. Si el monarca o Don Pablo Iglesias conocieran mínimamente a Marx sabrían que, refiriéndose específicamente a España y Francia, escribió que “el derecho de autodeterminación no existe en ninguna nación de las que lograron su unidad política antes de la Revolución Francesa”. Para el marxismo-leninismo no hay mayor enemigo del proletariado que el nacionalismo, pues es absolutamente incompatible con la solidaridad inherente a la condición de clase obrera.
Afirma también el rey que hay que regenerar la democracia. ¿De qué democracia habla? ¿Acaso ha existido alguna vez democracia en España? ¿Acaso existe separación entre el legislativo y el ejecutivo? ¿Acaso existe independencia en el Tribunal Constitucional o en el Consejo General del Poder Judicial? ¿Acaso las instituciones esenciales en el funcionamiento de la nación son independientes? Está claro que el monarca “mejor preparado” no tiene ni idea de lo que habla pues no sabe que en España ni siquiera existe representación política, porque los diputados solo representan al jefe de partido que los pone en la lista y no al que no puede más que votar listas de partido, en lugar de a personas singulares. España no solo carece de democracia, sino incluso de sistema parlamentario.
Para ser el monarca “mejor preparado” ignora cómo funciona su país y la naturaleza del régimen de partidos estatales que sostiene a la monarquía. Menos mal que ahora cuenta con el apoyo del nuevo partido estatal: Podemos. “Nadie en la España de hoy es adversario de nadie”. Él lo sabe muy bien porque en una visita a Cataluña un independentista le niega el saludo y el príncipe, entonces, después de no saber lo que responder, vuelve sobre sus pasos y se humilla él y humilla a España para preguntar a ese botarate maleducado por qué no lo quería saludar, un episodio que recuerda la no menos humillante petición de perdón del rey Juan Carlos prometiendo compungido que nunca más cazaría elefantes.
Y además, por si fuera poco, está la corrupción, ante la que aparentó contundencia mediante gesticulaciones mecánicas ensayadas que no traducían emoción correspondiente. ¿Por qué no se escandaliza ante la reducción de los plazos procesales para la instrucción de las causas referentes a delincuentes políticos, lo que en la práctica garantiza la total impunidad de los casos de corrupción más clamorosos y de las tramas de corrupción organizadas? En palabras del presidente del Supremo, el Sr. Lesmes, está hecha para los robagallinas. ¿O por qué no se indigna por que las denuncias presentadas ante la cúpula del PP –María Dolores de Cospedal y Esperanza Aguirre– de casos flagrantes de corrupción en Madrid, en vez de investigarse, vayan directamente a la papelera? ¿Es eso lo que entiende el monarca por luchar contra la corrupción “sin contemplaciones”?
Después de este discurso, ¿qué les va a decir el rey a los españoles cuando estos comprueben que en 2015 no habrá recuperación alguna para la inmensa mayoría, sino más deuda, que llegará al máximo de todos los tiempos, con unas necesidades de emisión de más del 25% del PIB, lo que arruinará el futuro de varias generaciones y traerá más desigualdad, más pobreza y menos libertad? ¿O por qué no se ha preguntado su Majestad cómo es posible que España sea el segundo país de Europa en pobreza infantil, con un tercio de los niños viviendo en la miseria o en riesgo de exclusión social? Un sufrimiento casi inimaginable de los niños de hoy que será una bomba social aterradora mañana, y de lo que son culpables los agentes sociales a los que convoca para sacarnos de la crisis. ¿Es así como su Majestad piensa garantizar nuestro Estado de bienestar?
¿Qué les va a decir a los asalariados que han visto reducida su participación en la riqueza nacional en 40.000 millones de euros desde que gobierna Rajoy, y que en 2015 verán recortadas sus percepciones en otros 13.000-14.000 millones? ¿O cómo no se ha preguntado cómo es posible que España sea el país europeo con mayor desigualdad entre ricos y pobres, o por qué el Gobierno de Rajoy, al contrario que en otros países, no solo no ha reducido la desigualdad, sino que la ha acentuado? ¿O cómo es posible que sea el único país desarrollado donde el salario medio de los dos millones de enchufados del sector público –41.000 euros/año– casi dobla el del sector privado –24.000 euros/año–, lo contrario del resto del mundo? ¿Es así como se “recupera la confianza de los ciudadanos en nuestras instituciones”?
¿Qué les va a decir a los 8,5 millones de pensionistas, cuyo sistema está quebrado y que para garantizar su sostenibilidad hay que recortar las pensiones en al menos un 30%? ¿Qué les va a explicar a los 400.000 parados que en 2015 se quedarán sin prestaciones, mientras Rajoy pone a disposición de las comunidades autónomas y ayuntamientos más despilfarradores, ineptos y corruptos, facilidades financieras que totalizarán los 40.000 millones de euros con el fin de mantener gasto corriente y para que contraten a decenas de miles de nuevos parientes y amigos? ¿No habíamos quedado en que hay que serimplacables contra la corrupción? ¿Y esto qué es? ¿No es acaso corrupción institucional a gran escala?
¿Qué les va a decir a las generaciones futuras, de las que más de la mitad nunca encontrará trabajo, y a los que lo encuentren, Rajoy solo ofrece trabajos basura con sueldos medios entre 600 y 800 euros? ¿Qué les va a decir, en fin, a las decenas de millones de contribuyentes cuando comprueben que en 2015 pagarán más impuestos que en 2014 y no menos, como el farsante de Rajoy les ha prometido? Su Majestad no ha dicho nada de los problemas concretos de los españoles, solo ha mencionado lo banal, lo sabido por todos, y propuesto que sean los culpables del desastre quienes lo arreglen, ¡realmente asombroso! Felipe VI no va a contribuir a solucionar ningún problema, porque, al igual que su padre, es parte del mismo.
AGT