No quería acabar el año con un lamentable día de lamentos. No ha sido éste 2012 al que ya le quedan los últimos estertores sólo un año de lamentos. También ha sido de protestas, de indignación, de huelgas y manifestaciones, de ira contenida, de pancartas y banderas. Pero, pese a todo, también de impotencia ante el rodillo neoliberal que ha arrasado con la sanidad, la educación, la cultura, la investigación, que ha modificado esa Constitución marmórea que nos iguala para hacernos más pobres y sumisos, más esclavos. El órdago no ha tenido piedad con los derechos sociales, laborales,… Tampoco con la justicia, que ha dejado de ser universal y gratuita. Ha sido el año del único derecho que por ahora nos dejan: el derecho a la pataleta. Una pataleta cada vez más fuerte, sí, pero pataleta al fin y al cabo. Y todo apunta a que en 2013 seguirá la pesadilla. Sólo avanza un dígito el tiempo, que avanza lento y pesaroso sin que acabemos de despertar de la pesadilla.
Y aunque dé hasta algo de apuro pedirlo, os deseo a todos felices días y felices noches. Que en 2013 (vaya con el numerito) se cumplan vuestros deseos, pero no todos: que quede alguno para seguir soñando y por el que seguir adelante, incansables.