Feliz año

Acaba 2011 con la resaca del viernes, con el susto todavía metido en el cuerpo. Esta próxima noche, cuando nos deseemos de todo corazón un feliz 2012, muchos lo diremos casi con la boca pequeña, para que los hados no se enteren de que lo deseamos y vengan a aguarnos la fiesta. Será un anhelo como el de quien deseaba suerte a los gladiadores que iban a luchar y a morir en el Coliseo. Y luego estos, ya en la arena, saludaban al culpable de su inminente desdicha. Ave Caesar, morituri te saludant…
Pero no, no… Me niego a salir de 2011 con este halo de pesimismo. Por eso he elegido a Forges para ilustrar este tránsito. Para mí no ha estado tan mal, podría haber sido peor, mucho peor: encontré trabajo como quien encuentra una aguja en un pajar, encontré también un dentista honrado como quien encuentra otra aguja en otro pajar. He reencontrado amigos que no veía hacía muchos años y he hecho otros nuevos, aunque todavía estamos en una primera fase de autoafirmación y conocimiento mutuos. Y también he perdido… Concretamente unos cuantos kilos, lo que me llena de orgullo y satisfacción como al Rey cuando se aprueban los Presupuestos Generales del Estado y dentro está su partida intacta. Afrontemos como valientes, que lo somos, el nuevo año de recortes e injusticias (aquí sin lágrimas), aquí, allí, en todas partes, que se perpetuan y retroalimentan. También deberían ser valientes quienes gobiernan (que no representan) y, en lugar de poner el punto de mira en los trabajadores, pongan su objetivo sobre el verdadero enemigo: los defraudadores, las grandes (y muy grandes) fortunas y sus escudos antiimpuestos: las SICAV que, inexplicablemente, han quedado fuera de los recortes. Aunque, bien pensado, el poder no suele morder la mano que le da de comer. ¿Por que iba a hacerlo ahora?
Feliz año a todos, de corazón. Nos vemos en 2012. Superviventi te saludant, Mariano.
Y música, siempre música…