“Tardamos minutos en decidir una prenda que queremos comprar, horas para seleccionar un coche, meses para elegir nuestra casa. Sin embargo, para algo tan nuestro como la risa, que define nuestro carácter, nuestra esencia, nuestro yo, nos conformamos con la que viene de serie…”
El fin del mundo pasó y nicks, telediarios y conversaciones varias se cambiaron de jersey, a uno que proporcionara sonrisas familiares y mantecados viendo especiales con nieve sobre portales desiertos.
En fin, la vida sigue y con ella, la muerte. Para que el camino nos resulte más fácil, voy a desempolvar uno de mis libros favoritos, de esos que descubrí no hace mucho y que me propuse releerlo de vez en cuando para no faltar a mi promesa de mantener la cordura y recordar eso de que aún seguimos vivos.
Algunos sabréis que hace algún tiempo comencé mi pasión por Albert Espinosa. Y hoy, a pocos días de acabar este año, me he dado cuenta de que no escribí sobre su trabajo en profundidad y de que solo di pinceladas sobre sus libros (Si tú me dices ven lo dejo todo… pero dime ven, Todo lo que podríamos haber sido tú y yo sino fuéramos tú y yo), ya enmendaré el error pronto….
Pero, por ahora, es mi deber desempolvar mi libro-que-sí-pero-no de autoayuda preferido y recomendarlo una vez más, porque una vez más lo he leído; repasado, más bien.
A una de mis personitas favoritas la dejé con la intriga hace unos días…
“Ya escribiré sobre el libro que me llevaría yo al fin del mundo, ya…” o algo así, le dije. Pues aquí lo tienes, no es otro que El mundo amarillo.
Porque es maravilloso una vez más, porque es sinceridad en su estado más puro y lucha contra la adversidad, el miedo y el dolor. Un canto al buen rollo, a la sonrisa constante y a la paz del día a día. Un canto a la vida en su máximo esplendor.
Aquí os rescato la entrada que hace más de un año escribí y que una vez más corroboro. No es usual en mí hacer entrada sobre otras entradas ni playbacks de épocas pasadas, pero como es Navidad y en Navidad todo es posible, aquí lo tenéis. Poco puedo ofreceros como presente en este día sino son palabras, sino son amarillas.
Porque sea invierno o verano, estés triste o, simplemente, aburrido, este es tu libro. Da igual cómo seas o quieras ser, si quieres ser mi amarillo, te encontraré.
Este libro habla (…) de todo lo que sentimos y no decimos, del miedo a que nos quiten lo que tenemos, de reconocernos enteramente y apreciar quiénes somos cada segundo del día.
Eloy Azorín (Prólogo de El mundo amarillo)
Me lo acabo de terminar y aún estaré digiriendo sus palabras algunos días, incluso espero que más.
Albert Espinosa nos presenta el mundo de estos seres que nos acompañan diariamente y a los que le debemos tanto, los amarillos.
Nos presenta una lista de consejos (¡me encanta que te encanten tanto las listas, Albert!) indispensables en su día a día de hospital en los diez años que pasó en él e indispensable en nuestro día a día particular.
Nos brinda positividad en su máximo esplendor, brillantez en lo que pensábamos deslucido y unas ganas de vivir lo único de verdad que tenemos, la vida, como nadie.
Por favor, coge estas algo más de 150 páginas y bébetelas al sol de la tumbona o del sofá más cercano.
Ríe, llora, afronta y reconforta tu vida. Aprovéchate de lo que este fantástico escritor, guionista, actor y, por lo que percibo, mucho mejor persona que más de uno quisiéramos tener como amarillo de por vida no está regalando.
¿Pero que qué es un amarillo? ¿Que cómo se consigue?
Lector, la respuesta a estos enigmas las encontrarás en las dulces páginas de este mundo, El mundo amarillo.
Y recuerda…
Si crees en los sueños, ellos se crearán.