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Fernando Torres, el sospechoso y el sentimiento

Publicado el 09 febrero 2016 por Trescuatrotres @tres4tres

Están siendo días turbulentos alrededor de Fernando Torres. Aproximadamente al tiempo que se cumplía un año de su espectacular retorno a casa, surgían las especulaciones sobre la renovación de su vinculación con el Atlético de Madrid, que al no llevarse a cabo en este mercado invernal queda pendiente de la sanción de FIFA, a raíz de esa no renovación se vislumbraba una tensión con Simeone y con los directivos, que eran quienes decidían no renovarle.

Por otro lado, el rendimiento deportivo no era el deseado, hacía meses que los expertos en estadísticas futbolísticas habían anunciado que su siguiente gol sería el número 100 como colchonero y eso parecía pesar sobre los hombros de un delantero que nunca fue claro en la definición. Si a eso se le suman lesiones, pruebas del técnico con otros compañeros (que tampoco le estaban superando en rendimiento), las bromas de los aficionados rivales, etc, el resultado es un Calderón que empezaba a estar algo dividido sobre la necesidad de mantener al otrora ídolo. Y en esas, Vietto centró un balón desde la banda izquierda...

Tarde extraña a orillas del Manzanares. En España, jugar a las cuatro de la tarde de un sábado significa llegar al estadio con la comida en el gaznate (once de la noche en China, por cierto), si además cuentas con un buen número de bajas y vienes de no ganar los últimos cuatro partidos, el ambiente se enrarece. De raro pasa a feo cuando se adelanta el siempre meritorio Éibar, no obstante, dos cabezazos a balón parado, old school del cholismo, dieron la remontada. Cuando el público ya pedía la hora para evitar sustos, Vietto lució habilidad y puso un balón raso entre el portero y la línea de defensas. Buen movimiento de nueve y balón a la jaula. No es un gol cualquiera, es un 3-1 en el descuento que asegura tres puntos comprometidos, pero, sobre todo, es el gol 100 de Torres.

Y curiosamente el interesado es el único que parece celebrarlo como un gol más. Simeone explotó la tensión acumulada desde que Torres desde que empezó la búsqueda del gol 100, el público jaleó al dar por finalizadas las bromitas de los aficionados rivales, los jugadores se abrazaron a sus compañeros conscientes del peso que se había quitado de encima. Torres mostró una camiseta colchonera, que siempre fue la suya aunque jugara para otros clubes, con el mágico 100 a la espalda y la regaló al público, porque los 100 goles no son una cifra en la que quedarse, es solo un paso más para un futbolista ambicioso como es él.

Algunos no lo entienden, solo ven en Torres a un futbolista que siempre fue aturullado, poco claro, que tiene en su historial casi equiparados los goles espectaculares con los errores clamorosos. Hace casi cuatro años, tras el primer partido de la Eurocopa de 2012, escribí un artículo en el que le llamaba el sospechoso habitual. Jugó 20 minutos de aquel empate contra Italia, creo tres buenas ocasiones, pero no acertó a marcar, al día siguiente la opinión pública le culpaba ¿y el resto que prácticamente no crearon nada en 70 minutos? Siempre tuvo la lupa encima, por ser un futbolista tan peculiar en su juego y por no tener el apoyo de la maquinaria mediática que hace brillar todo lo que tenga que ver con Real Madrid y Barça. A pesar de ser el autor del gol que nos dio la Euro 2008, tercer máximo goleador en la historia de La Roja y el compañero ideal para que Villa alcanzara los 59 goles, siempre se ha mirado su inclusión en la Selección con desdén.

Fernando Torres, el sospechoso y el sentimiento
Pero es que Torres para el Atlético es mucho más que sus goles. Es la historia de un chico que con 17 años recién cumplidos se enfundó la rojiblanca con el 35 a la espalda, saltó a disputar un partido contra el Leganés y no dejó de pedir el balón e intentar llegar a la portería rival hasta el día de hoy. Torres es la verticalidad hecha fe casi religiosa. No se amilanó cuando con 18 años subió la Primera División como buque insignia de un Atlético de Madrid cuya afición se aferraba a los endiablados eslalones de su Niño, ni cuando con 19 años fue nombrado capitán del equipo.

Tuvo que crecer rodeado de Kezman, Nikolaidis, Musampa o Richard Núñez, siendo la única luz que divisaba la afición al final del túnel de esos primeros años de vuelta a la división de honor. Sus goles y su fe mantuvieron al equipo luchando por objetivos menores, demostrando que era un grande rodeado de compañeros muy por debajo de él.

Por eso todos entendieron que en el verano de 2007 volara, que marchara a Liverpool en busca de nuevos retos, porque lo de aquí le tenía agotado. Y en el Atlético lloró hasta el oso del escudo, y se hicieron prometer que algún día volverían a unirse. Pero tanto el club como el jugador aprendieron a volar libres. Torres se hizo estrella mundial en la Premier, el Atlético de Agüero y Forlán fue esbozando lo que luego ha sido el de Simeone, aunque nunca se olvidaron. Por eso en las celebraciones de La Roja fue él quien puso escudos colchoneros, y por él se llenó de camisetas rojas del Liverpool el Calderón.

Luego el tiempo les hizo reunirse lejos de las mejores horas de un delantero que ya perdió explosividad, pero que ganó en experiencia y en la felicidad de estar de vuelta en casa. Cuando su estadio se llenó en la presentación no fue por lo que fuera a hacer, sino por todo lo que hizo antes de irse y como reconocimiento al cariño eterno por ese escudo a pesar de la distancia.

Por eso también el gol 100 se celebró así en las gradas, porque para la gran mayoría de los aficionados indios es ver triunfar a uno de los suyos, como ver a un hijo, a un hermano o a un amigo de la infancia. No es por el gol 100, es por los 99 anteriores. No es por su destreza, es por el alma que le pone a esa camiseta.

Porque en el fútbol moderno alguien tenga la nobleza de que le digan, como a él en este mercado invernal, que tal vez no siga al año siguiente y en su siguiente aparición pública diga que lo importante es el equipo, que le vengan de China con más dinero del que se pueda contar y diga que llamen a la puerta de Jackson que él se queda, que tras ser leyenda de un equipo acepte un rol secundario sin poner ni una mala cara, que cuando salga al campo lo haga con la ilusión de un juvenil ¿Los goles? Eso, muchas veces y aunque no todo el mundo lo entienda, es lo de menos. Al fin y al cabo, como le cantaban los aficionados del Chelsea, Torres scores when he wants (Torres marca cuando quiere).

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