Revista Cultura y Ocio
Fernando Vallejo, escritor colombiano
Fernando Vallejo es hoy por hoy, uno de los escritores más relevantes de Hispanoamérica. Su discurso literario, más allá de rememorar de manera autobiográfica el esplendor de una vida desgarrada trágicamente por el Río del Tiempo ―como titula esa serie de cinco novelas fundamentales para entenderlo―, toca un ámbito intrínsecamente ligado a la vida colombiana, el de la política.
Quizá en ningún otro país de Latinoamérica las pasiones políticas tienen un carácter tan vital, que despierta odios y amores entre la izquierda y la derecha más radicales. La pervivencia de la guerrilla más antigua del mundo, las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), nacidas tras el dramático episodio histórico del crimen de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948 y nutridas por las guerrillas campesinas liberales del Tolima, en 1964, acentúan las diferencias ideológicas en ambos bandos. Fuerzas en pugna, hoy, durante la coyuntura del proceso de paz en La Habana.
Justamente en el marco de Cumbre Mundial del Arte y la Cultura por la Paz, realizada en Bogotá, Fernando Vallejo, escritor antioqueño radicado en México, lanzó una feroz crítica contra el establishment nacional. Acompañado por León Valencia, analista político; Alfredo Molano, escritor y periodista; Jane Taylor, dramaturga y artista sudafricana, en calidad de invitada especial, Vallejo comenzó su diatriba, con un párrafo tan contundente como el golpe de un viejo boxeador:
«Este sinvergüenza que tenemos en la Presidencia, a la que subió predicando la guerra y en la que se reinstaló predicando la paz, por lo menos unas cuantas diferencias tiene con sus interlocutores de La Habana, los hampones de las Farc, con los que negocia de igual a igual: que no vuela torres eléctricas, ni siembra minas quiebrapatas, ni secuestra, ni mata, aunque sí extorsiona, a través de la Dian, y recluta, a través del Ejército, a cuanto muchacho pobre logra agarrar…».
La obra de Vallejo es catalogada como una de las más brillantes estilísticamente hablando en la lengua castellana. Sus novelas recrean un universo personal, narrado siempre en primera persona por una voz que interpela constantemente provocando, incomodando, lanzando diatribas blasfemas y apátridas. Una característica auténtica de su literatura es la riqueza léxica, tomando del habla popular sus insultos y filosofía pragmática, sin dejar de lado la erudición con giros retóricos y reflexiones de tipo moral.
Su estilo se compara con el más cáustico de titanes de las letras como Celine, Bernhard o Cioran. Suele confundir a los lectores poco avezados en su literatura, poniéndose y quitándose la máscara del narrador de sus textos: sea la Puta de Babilonia, El Desbarrancadero ―una de las más líricas y trágicas elegías en la novela contemporánea―, La virgen de los sicarios o El Cuervo Blanco, por mencionar algunos.
Su crítica al proceso de paz puede considerarse una más de sus boutades geniales, evocando siempre su espíritu libertario, en que se configuró su imaginario estético. Por esta razón, Vallejo siempre ataca a la política y la Iglesia, en su rol de camisas de fuerza del pensamiento y la acción espontanea del humanismo como senda hacia el arte. Así, puede sonar conservador para los jóvenes que lo leen con fruición; inmoral, para los lectores de su generación, que acataban por igual el hierro de la espada del clero o el poder; ridículo para los ignorantes y nacionalistas (“tartufos, noveleros” como los llama) que lo ven como un payaso resentido y apátrida. El anarquismo, quizá, podría ser la ideología que lo identifique. Maldito. Brillante. Perverso. Soez. Erudito. Coloquial. Lírico. Bufonesco. Eso sí, Fernando Vallejo jamás dejará indiferente, al oyente o al lector, que escucha su rugido agónico de león viejo y desencantado.
Intervención de Fernando Vallejo, Bogotá, abril 6 de 2015