Matteo Garrone consiguió fama internacional con Gomorra en 2008, y desde entonces ha permanecido inactivo. Cuatro años después vuelve a la gran pantalla con Reality, la historia de un tipo normal y agradable que termina convirtiéndose en un pobre diablo a ver muy cerca la posibilidad de conseguir fama y dinero por haber hecho un casting para entrar en Gran Hermano. Al igual que Slumdog Millionaire, Reality toma como punto de partida un programa televisivo conocido universalmente para construir su historia, y así mostrar la alienación que la televisión basura es capaz de provocar en la sociedad.
Por desgracia el tema no da para mucho, y el mensaje no tarda mucho en desvirtuarse. Se vuelve repetitiva, monótona; y se alarga el metraje de forma excesiva, deberían haber aligerado todo lo que es la caída en desgracia del protagonista. La banda sonora le otorga una un carácter de fábula o de cuento a toda la historia, que es apoyado mediante el inicio y el cierre de la película.
Por suerte la primera hora y media resulta entretenida y casi interesante y el actor principal hace un buen papel, consiguiendo mantener el interés. La dirección de Garrone tiene sus aciertos pero por lo general le ha quedado una obra muy vacía y repetitiva, que termina por desvirtuar su propio mensaje.
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