Si ayer reflexionábamos un poco sobre el cine comercial español a cuento de la infausta Combustión hoy nos topamos con Hijo de Cain que también afronta el cine de género pero con muy distintos mimbres y resultados. Sin desvelar demasiado, Hijo de Caín narra la historia de Nico, un problemático e inteligente adolescente que hace la vida imposible a su familia y su psicólogo, hasta llegar a límites truculentos.
Hijo de Caín es la adaptación de un best-seller del que en mi vida he oído hablar y su guión viene firmado por David Victori y Sergio Barrejón. La dirección corre a cargo de Jesús Montallaó que debuta en el largometraje tras una exitosa carrera en el mundo del corto. Los tres realizan un trabajo muy solvente cumpliendo perfectamente las intenciones de la película: un thriller entretenido con buena atmósfera. Así, tenemos un guión que quizás peque de ser un poco mecánico pero que funciona bien en sus giros y retruécanos que marean al espectador.
Montallaó y sus guionistas consiguen mantener nuestra atención sobre todo por la excelente labor de escritura del personaje de Nico, por un lado, y por la estupenda composición que realiza David Solans en su mezcla de sadismo y ternura. En cambio, José Coronado, que interpreta al padre, se muestra algo forzado y sobreactuado, cosa que tampoco desgracia demasiado la función por lo secundario de su personaje.
La metáfora del ajedrez, juego al que Nico es aficionado, está muy lograda dentro de la estructura de la película. El niño va jugando una partida con su familia, su psicólogo y el espectador hasta llegar a un jaque mate final bastante impactante.
Hijo de Caín es una buena película por el simple hecho de conseguir lo que pretende: que no despeguemos la mirada de la pantalla durante sus 90 minutos. No salvará el mundo, no ganará premios, no será un éxito de taquilla, pero es mucho más efectiva que otras producciones con más ínfulas que naufragan en sus intenciones.