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Fez: Laberinto de callejas, Medersas y Olor a Curtidores

Por Atableconcarmen @atableconcarmen

Fez: Laberinto de callejas, Medersas y Olor a Curtidores
 
Fez: Laberinto de callejas, Medersas y Olor a Curtidores
  
Hacía ya muchos años de nuestro primer viaje a Marruecos en los que realizamos una fugaz visita de Fez. Su medina nos atrapó desde el primer momento y nos dejó con la miel en los labios al no poderle dedicar más tiempo. Afortunadamente, y aprovechando una de esas oportunidades que te da la vida, no hace mucho pudimos escaparnos 5 días y cumplir nuestro sueño, perdernos por ese Laberinto de Callejas, Medersas y Olor a Curtidores que es Fez.    El otro día, mientras preparaba el Taboulé y el Pollo "Estilo Árabe" con Almendras, Hierbabuena y Pétalos de Rosa, no me podía quitar a Fez de la cabeza, y ya luego cuando en la sobremesa me puse a revisar las fotos, pensé en compartirlo con vosotros. En nuestro caso, cinco días fueron suficientes para superar la asignatura pendiente que teníamos con Fez.
Cinco días en los que tuvimos tiempo para perdernos por la Medina, visitar las ruinas de Volubilis y admirar Meknés tras atravesar Moulay Idris, todo a pocos distancia de Fez..
 
Fez: Laberinto de callejas, Medersas y Olor a Curtidores
  
Por la Medina callejeamos y callejeamos sin hartarnos, pero nada como perderse por ella un viernes, cuando las Mezquitas muestran a los viajeros algo de sus intimidades y los niños cantan, que no aprenden, el Corán en las escuelas. En varias ocasiones disfrutamos de un té en alguna terraza tanto de la Medina como de la ciudad nueva.
Y tiempo tuvimos para contemplar las Medersas y recrearnos en la paz que su interior ofrece para después, de nuevo, sumergirnos en el ajetreo de la Medina y también del Mellah. En todo momento saboreamos la hospitalidad de unos y las "astucias" de otros, mientras asistíamos a las exhibiciones de las dotes comerciales de este pueblo.
En esta ocasión, nos alojamos en el Riad Yamanda, un palacete convertido en hotel en el centro de la Medina. Sin demasiados lujos pero con las comodidades básicas, fue atravesar sus puertas y sumergirte de lleno en el ambiente de Fez.
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  Cada día disfrutamos del desayuno en una de sus pequeñas salas, una combinación de arquitectura y estilo tradicional árabe en perfecta sintonía con una decoración más moderna.
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Dentro del Riad todo es tranquilidad, fuera está la agitación del zoco, del ir y venir de gentes.
    La Medina es atravesada por Tala el-kbira, la gran cuesta, y Tala el-sghira, la pequeña cuesta, ambas confluyen en Bab Boujeloud, una de las puertas de la muralla, esmaltada por un lado en color azul, el color de Fez y por el otro, en verde, el color del Islam. De ellas salen cientos de callejuelas que se van ramificando y uniendo las unas con las otras. Justo al lado de Bab Boujeloud se encuentra el restaurante La Kashba, donde cenamos una noche en su terraza contemplando los minaretes iluminados de las mezquitas.
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  A pesar del fuerte olor, hay que acercarse al barrio de Chuara donde trabajan los curtidores y los tintoreros. Aceptar la invitación a subir a una de las terrazas de las tiendas para contemplar las tinajas donde se realiza el curtido. Los colores son intensos y los olores también, por lo que recomiendo aceptar las ramitas de menta o hierbabuena que nos ofrecen.
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  Las pieles permanecen en cal durante diez días, para luego descansar en las cubetas donde son mezcladas con tintes naturales: rojo amapola, naranja henna, azul índigo, marrón dátil y amarillo azafrán. Esta es la técnica que utilizan desde el siglo XIV.
Volvemos al laberinto. Caminar por la Medina es como retroceder en el tiempo. Resulta complicado trazar un itinerario por el entramado de callejuelas donde mezquitas, medersas, baños públicos, hornos, fuentes y tiendas parecen repetirse.
  
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Alrededor de la Mezquita Karaouiyine se agrupan los comerciantes por especialidades. Cada souk, zoco, reúne a aquellos que venden un único tipo de producto: Souk des Chrabliyines, babuchas, Souk el Henna, Souk Chemaïnes, cirios, Souk el Attarine, especias, el de los curtidores, Chouara, el de los ebanistas, Nejjarine, de los tetuaníes, Tsetaouí, y en la calle Merindes el de los orfébres.
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  Seguimos dando vueltas. Entre la plaza Najjarine y el souk Attarine se encuentra la Zaouïa Moulay Idris. La entrada no está permitida a los no musulmanes pero a través de la puerta de las mujeres, los viernes, se puede percibir algo de su interior.
   A la Mezquita Kairouyine, si que pudimos acercarnos a la puerta, curiosear algo más y tomar alguna foto desde el patio. En esta Mezquita la oración de los viernes es muy apreciada. Su patio recuerda al Patio de los Leones de la Alhambra, aunque mucho más sencillo.
  
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  Y ya en el otro extremo de Fez, desde lo alto de una terraza pudimos observar el patio de la Mezquita de los Andaluces, situado en el barrio del mismo nombre que fue fundado por familias cordobesas que fueron expulsadas de España en el s. IX.
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  Aunque a mi las que de verdad me cautivaron fueron las Medersas, comenzando por la Medersa Bounania. Es uno de los pocos lugares religiosos que están abiertos a los no musulmanes, exceptuando su mezquita. Está situada en plena Medina y lo primero que nos sorprende cuando atravesamos su puerta es el  remanso de paz y tranquilidad que  nos recibe.
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  No demasiado lejos, la Medersa Attarine, también en la Medina, se conserva en muy buen estado y en ella se pueden apreciar los estucos de la fachada y los detalles de madera labrada tan típicos en este tipo de construcciones.
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  Ya en la Plaza de los Caldereros, inconfundible por el sonido de los martillos, se encuentra la Medersa Es Seffarin. Se trata de una Medersa en uso, y aunque no suele estar abierta al público, nos dejaron entrar a visitarla. Curioso por poder hacer la visita, pero de menor valor arquitéctonico que las anteriores.
 
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  Y en cuanto a Medersas se refiere, una que nos hace viajar en el tiempo, la Medersa de los Andaluces. Pendiente de restauración y más añeja, fue diseñada para mostrar a los estudiantes que albergaba que no todo es lo que parece: el estanque tiene la misma profundidad, sin embargo, una ilusión óptica nos hace ver que siempre es más profundo desde donde nosotros lo observamos.
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Y teniendo suficiente tiempo para visitar Fez, como no dedicar un buen rato al Museo Nejjarine, el Museo de las Artes y Oficios de la madera, ubicado en un antiguo edificio del siglo XVIII que fue antigua posada de caravaneros.
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  O el Mellah, el barrio judío, que debéis anotarlo como de visita obligada si váis a Fez.  Mellah quiere decir sal y quizás el nombre viene de un antiguo mercado de sal o por que era allí donde se salaban las cabezas de los ejecutados. Con el tiempo Mellah ha servido para denominar a todas las juderías de Marruecos.
A diferencia de las casas árabes, en las casas judías proliferan las ventanas y balcones llamativamente ornamentados.
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  Cerca de allí se encuentra Dar el Makhzen, el Palacio Real que no se puede visitar, pero sí contemplar sus puertas doradas, dicen que donadas por el pueblo al monarca.
En esta escapada nosotros fuimos parando a comer o a cenar donde nos llamaba la atención, ya sabéis, "allá donde fueres, haz lo que vieres", y en un par de ocasiones nos acercamos a la ciudad nueva, Fez el Jédid, a una freiduría de pescado y a un pequeño restaurante donde hacían unas deliciosas "merguez" y de los que no tomé nota del nombre.
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  La última noche cenamos en el  Palais de Fes, en la terraza, aunque dispone unos salones de estilo árabe preciosos. La cena estuvo muy bien y el emplazamiento inmejorable, se veían los tejados de toda la Medina y los minaretes de las mezquitas, con lo que disfrutamos de una velada de lo más agradable, a pesar de que el servicio y el "entretenimiento", tuvimos una bailarina de danza del vientre algo accidentada, no estuvo a la altura. Pero sin lugar a dudas, esta cena fue un buen broche final a nuestro viaje.
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Puedo decir que asignatura pendiente superada, aunque no me importaría "repasarla" y volverme a perder por el laberinto de sus callejeuelas de vez en cuando.
Bon Voyage!   
 


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