Revista Psicología

Figuras de un psicoanálisis imposible: el autoanálisis

Por Yanquiel Barrios @her_barrios
Figuras de un psicoanálisis imposible: el autoanálisis

El modo en que el psicoanálisis impactó en el mundo trajo incontables consecuencias. Desde la utilización de sus premisas más difundidas con fines terapéuticos, educativos, publicitarios, artísticos, filosóficos hasta el abuso de sus postulados descontextualizados, extirpados de la ética y la historia en que se orienta.

En tiempos de fake news no debería sorprendernos que toda teoría se deforma, simplifica, corriendo riesgo de atomizarse al punto tal que de ella no queda nada. Es un fenómeno cotidiano, todos saben algo que otro ignora, todos hablan de algo sin saber, más tarde o más temprano. Es un fenómeno comprensible, nadie puede dominar todo el conocimiento en profundidad, entonces intercambia exactitud por generalidad. Es un fenómeno lógico: la consecuencia de ser afamado es que se hable sin saber, tanto como lo es que nadie sepa ni hable del ignorado. Como diría un amigo, sos famoso cuando te conoce más gente de la que conoces, sos ignorado cuando te conoce menos gente de la que conoces.

Cada tanto se vuelve necesario recuperar un poco de exactitud, y con eso en mente presento dos tópicos cuya asociación espero permita una tensión esclarecedora. Cuando se inicia un proyecto de difusión, acotado pero decidido como este, siempre se está muy cerca de tropezar con la misma piedra: muy general para los que saben con exactitud, a los que no les basta, muy exacto para los que saben generalidades, a los que les sobra. Espero que la indulgencia de los primeros, la paciencia de los segundos, y el interés por el tema, acompañe.

El autoanálisis

Es algo bastante usual escuchar a personas afirmar que se autoanalizan. Si bien hay particularidades, al ser preguntados, coinciden en que sería algo así como poner en cuestión algo y encontrar indicios de una respuesta en base a conceptos psicológicos/psicoanalíticos (mejor dicho, de conceptos que se deformaron al popularizarse), por ejemplo: "Estoy celoso porque tengo un edipo terrible"; "Me olvidé de poner la alarma porque no quiero ir más a ese trabajo"; "Soñé que me recibía porque no veo la hora de terminar de cursar".

El autoanálisis es algo así como: me analizo a mí mismo, en base a lo que sé de analizar. Siguiendo con esa lógica: el Edipo tiene que ver con los celos; el olvido se relaciona con evitar una frustración; el sueño como cumplimiento de deseo. Noten que la interpretación de estos fenómenos son solo meras traducciones sofisticadas. Si le quitan el lenguaje analítico no pierden nada valioso: soy celoso de mis padres, no puse la alarma porque no quiero ir, sueño que se terminó la facultad. Nada nuevo. Celos, olvidos y sueños existieron siempre, sazonarlo con términos analíticos no cambia sustancialmente la receta.

Esto es aún peor cuando parte de los mismos profesionales. Cosas de apariencia simple son dichas con un grado de jerga que hacen dudar si se quiere comunicar una idea o encubrir una falta de idea. Es realmente muy común. No se confunda quien lea, yo no estoy exento de ello, aunque el paso de los años me ha hecho tomar recaudos para no seguir esa vía.

Es muy gracioso si uno lo piensa. Tomemos una oración a modo de ejemplo, la voy a inventar para no ofender a nadie, pero quien transite estos lugares sabrá de lo que hablo. En vez de decir: "el paciente experimentó un intenso malestar, por lo que se retiró de la sesión, concurrió a una casa de juego y apostó una suma que puso en riesgo la casa familiar". No sería loco que se redactara como sigue: "presa de una angustia intramitable, se precipitó tanáticamente fuera de la escena del consultorio, el goce mortífero de la a-puesta lo condujo a operar una herencia forzada". La sensación es la misma, mucho maquillaje psicoanalítico. Conocimiento de jerga, giros lingüísticos de pertenencia, en fin traducción sofisticada en el mejor de los casos, nada nuevo.

Pero adentrémonos un poco en la cuestión, Laplanche y Pontalis (1967) definen al autoanálisis como la investigación psicoanalítica de uno por sí mismo, siguiendo su método más o menos sistemáticamente: sueños, lapsus, conductas.

Primer cuestión a despejar entonces, ¿El que se autoanaliza conoce los conceptos, el método y la forma de aplicación?

Freud sostuvo como consejo que analicen sus propios sueños quienes quisieran hacerse analistas. Ya durante su propia experiencia escribió a Fliess: "Mi autoanálisis ha quedado interrumpido. Ahora comprendo el porqué: sólo puedo analizarme a mí mismo valiéndome de conocimientos objetivamente adquiridos (como un extraño). Un auténtico autoanálisis es imposible; de no ser así, no existiría enfermedad (la neurosis)" (Freud, 1897, p.313).

Quienes lean las cartas tendrán la cabal impresión de lo que ya bastante se ha señalado: parte de la teoría freudiana está fuertemente influída por su propio fantasma, sobre todo en lo atinente al Complejo de Edipo. De todos modos, reconocía su límite. No era desaconsejado el autoanálisis siempre y cuando se estuviera en análisis con alguien competente:

"Las reservas efectuadas por Freud se refieren al autoanálisis como eventual substitutivo de un psicoanálisis. En general, se considera el autoanálisis como una forma especial de resistencia al psicoanálisis, que halaga al narcisismo y elimina el móvil esencial de la cura, a saber, la transferencia" (Laplanche y Pontalis, op.cit)

En definitiva, el autoanálisis requiere como mínimo el conocimiento preciso de los conceptos (y no sólo su versión difundida). Pero además, solo alcanza a ser verdaderamente útil cuando se acompaña de un psicoanálisis en rigor. Sólo ese procedimiento, llevado a cabo por un analista y consiste en la escucha analítica (atención libremente flotante) permite sacar provecho a la asociación libre. Sin este articulador, "uno sigue sus expectativas, corre el riesgo de no hallar nunca más de lo que sabe" (Freud, 1912, p.112).

Bibliografía

Freud, S. (1897) "Fragmentos de la correspondencia con Fliess" en Obras completas volumen 1. Buenos Aires. Amorrortu. 2006.

Freud, S. (1910) "El psicoanálisis silvestre" en Obras completas tomo 2. Madrid. Biblioteca nueva. 1973. (Traducción Luis Lopez Ballesteros)

Freud, S. (1912) "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico" en Obras completas volumen 12. Buenos Aires. Amorrortu. 2007.

Freud, S. (1913) "Sobre la iniciación del tratamiento" en Obras completas volumen 12. Buenos Aires. Amorrortu. 2007.

Laplanche, J. y Pontalis, J.-B. (1967) Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires. Paidós. 2009.


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