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Fin de la política del hijo único: ¿China se ha occidentalizado?

Publicado el 05 noviembre 2015 por Monedarota @Monedarota

Con el ocaso de los años setenta, con el mundo helado por Guerra Fría, el Partido Comunista de China decidió meterse en la cama de sus ciudadanos. La población de ese inmenso país llamado China no paraba de aumentar y los comunistas de mercado tomaron una decisión tan polémica como radical: limitaron a uno el número de nacimientos por matrimonio.

Un poco de historia

Toda historia tiene una mayúscula que la pone en marcha y como experto en historia china que no soy voy a meterme entre la hierba. Aunque China representa un quinto de la población mundial, sus dirigentes no siempre estuvieron tan preocupados por el incremento poblacional. Desde la II Guerra Mundial pueden distinguirse tres fases. En una primera, hasta finales de los años 50, el incremento de la población no provocaba sudores fríos y se veía incluso como algo positivo. A partir de 1959, en una segunda fase, el malthusianismo se impregna en ese fantasma que recorría Asía: se toman las primeras medidas para controlar la natalidad pero no tienen demasiado efecto debido a las hambrunas que padecía el país tras la El Gran Salto Adelante. La tercera fase llega en los setenta. Lo que se inició con la difusión de anticonceptivos y con el retraso de la edad de matrimonio, terminó con la política del hijo único. Antes de su adopción ya se había limitado el número de hijos: a dos en medio urbano y tres o cuatro en zonas rurales. Hasta esta pasada semana el límite estaba en un solo hijo por pareja como forma de buscar una solución a los problemas sociales y ambientales.

Mapa de países por población

La medida fue drástica, radical y cruel en muchos sentidos. También desigual. En los núcleos rurales se permitía tener otro hijo si el primogénito era niña o estaba lisiado. Además, a las minorías étnicas del país se les permitía aumentar la familia. Una familia económicamente pudiente, no de las que guardan sus ahorros en un cerdito, podía pagar sin problemas la multa por tener un segundo hijo. Los funcionarios comunistas saben bien de lo que hablo. La historia de las familias económicamente más humildes está llena de abortos obligados por la cuantía de las multas, partos secretos en Hong Kong y la duda, siempre presente, de no saber si se ha corrido adecuadamente la cortina de la habitación.

¿Qué efecto tendrá el fin de la medida?

En treinta años, según el gobierno chino, se han evitado 400 millones de nacimientos. Aunque hay que tener fe para creerse una cifra de un Estado traslúcido, está claro que el país que hoy tiene 1,3 mil millones de habitantes tendría alguno más sin la política del hijo único. El Índice de Fertilidad ha pasado de 3 hijos por mujer (1980) a 1,8 y la población que en los años setenta era joven y abundante en la actualidad la abundancia ha perdido la juventud y el principal motivo para romper con treinta años de control es básicamente ese: los chinos cada día son más viejos y la pirámide poblacional se está estrechando por la base. ¿os suena?

La pregunta es si China ha virado hacia Occidente y las pegatinas de "bebé a bordo" se amontonarán en la tienda esperando compradores novatos. En las últimas décadas, al calor del 10% de crecimiento, se ha consolidado una clase media que no sigue las migas de pan que dejó la generación precedente. La tasa de fecundidad, como vimos, es similar a la de países occidentales y solo 1/3 de los chinos se plantean tener un segundo hijo (según una encuesta del portal Sina con una muestra de 160.000 personas). El uso de anticonceptivos, gracias a la propaganda gubernamental, se ha extendido y generalizado. El "póntelo, pónselo" también caló hondo entre los chinos.

En 2013, el gobierno de China ya levantó el pie del freno y permitió un segundo hijo a los padres que no tuviesen hermanos. El resultado de ese pie en el aire no fue tan positivo como se esperaba. De 11 millones de parejas posibles solo 1,5 millones lo aprovecharon. Según publicó El País " en 2014 se registraron 16,78 millones de nacimientos, una cifra no muy superior a los 15,92 millones de 2010." Las expectativas casi nunca se cumplen pero siempre se puede aprender una lección. China ya no vive en los años 70, al menos en términos poblacionales, y muchos habitantes ya no están dispuestos a tener un segundo hijo. Tres décadas de política del hijo único son demasiado y no son pocos los expertos que opinan que la "marcha atrás", nunca mejor dicho, llega tarde.

Las empresas de productos infantiles han subido en bolsa en los últimos días. Ven que pueden darse un festín pero también, y es muy probable, pinchar en hueso. Lo más importante del fin de la política del hijo único es el fin en sí mismo. Que el Estado salga de la cama hará salir del armario a la intimidad. Y, al fin y al cabo, es allí, en la cama, donde se decidirá si China se ha occidentalizado.

Fin de la política del hijo único: ¿China se ha occidentalizado?

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