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Finales: Desenlace, resolución y epílogo

Publicado el 07 abril 2014 por Escrilia @escrilia

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finales
En una obra literaria, todo lo que se escribe después del clímax se llama desenlace, (del original francés denouement) y su función es cerrar la historia dejando ver al lector las consecuencias de ese clímax y el nuevo status quo del protagonista o los personajes principales.

Un desenlace correcto debe tener tres características: Resolución, brevedad y escenificación.

Resolución
También llamada cierre o broche, significa que usted debe darle al lector suficiente información sobre el destino de los personajes para que ellos sientan que la historia realmente termina. Evidentemente usted no tiene que describir el resto de la vida de sus personajes, si no era parte del clímax, ni siquiera debe contar si finalmente alcanzan sus metas.

La resolución mostrará sólo lo imprescindible para comprender el necesario cambio ocurrido en el protagonista luego de cumplir la premisa de la historia, respondiendo a la inquietud del lector, el ¿y ahora qué pasa? Usted deberá mostrar lo suficiente del futuro de su protagonista para que sus lectores no se queden con la sensación de que los han dejado colgados o que la historia terminó “demasiado pronto”.

Algunos escritores (considerándose de avanzada) dirán: “Bueno, yo no quise decir qué les sucede a los personajes. Pretendo dejar la novela con un final abierto, ambiguo. Quiero que los mismos lectores participen y decidan qué sucede.” Esta es usualmente una respuesta a las críticas sobre finales en los que parece que la novela “simplemente se detiene”.

Pero, desgraciadamente, la defensa basada en “dejar que los lectores decidan” falla. Los lectores no quieren decidir qué sucede con los personajes. Ellos quieren que el autor les cuente qué les pasa. Del mismo modo han leído cuatrocientas páginas de su prosa, de la que usted no les invitó a participar, anticipando la información que ahora les retiene. Salvo muy raras excepciones, las historias no mejoran dejándolas “incompletas” a ojos del lector. Es siempre mejor proporcionar el cierre que los lectores quieren. Escriba la resolución.

Brevedad
Para no disipar completamente la emoción conseguida en el clímax, el desenlace debe ser breve.  La historia termina dejando en su cabeza la impresión causada por la escena culminante. Cualquier otra cosa se siente como un anticlímax.

Como regla general, cuanto más sutil y discreta es la acción y el tono del clímax, más breve debe ser el desenlace. El clímax de una novela muy dramática o de acción intensa crea el impulso suficiente para llevar al lector a través de dos o tres páginas de desenlace sin arriesgarse al anticlímax. En el otro extremo del espectro de intensidad, en una historia corta y tranquila en la que la acción climática es un cambio de percepción en la mente del protagonista, es probable que alcance con sólo una o dos frases.

Escenificación
Asegura que su desenlace se perciba como parte de la historia, no un informe periodístico redactado luego que acabó la historia, como en esas películas de TV “basadas en una historia real” en que al final ponen unas letras que dicen: “Ana se casó con Pedro, tuvo tres hijos y murió de neumonía a la edad de 92 años. Nunca abandonó su granja.”

Es mejor mostrar lo que les pasa a los personajes por medio de una escena (o unas pocas breves, si con una escena no le basta). No importa si la escena sucede inmediatamente después del clímax o luego de varios años, pero ésta debe ser suficientemente suave en ritmo y tono para evitar competir con el clímax.

El epílogo
Un desenlace generalmente se separa en un corto capítulo aparte llamado epílogo (de epi, “sobre”, y logos, “discurso”) cuando difiere significativamente de la narración principal en tiempo o lugar, o si está escrita en un estilo narrativo radicalmente distinto.

Por ejemplo, el epílogo en La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe, tiene lugar un año después de la historia y consiste en la reproducción de un “artículo” supuestamente publicado en el New York Times.

El epílogo de El cuento de la criada, de Margaret Atwood, ocurre cien años después de la acción del libro. La protagonista ya ha muerto. Este epílogo toma la forma de la transcripción de un simposio donde varios historiadores discuten cómo se produjeron los hechos de la historia contada, con una perspectiva muy diferente desde ese futuro lejano.

Si los eventos de su novela requieren un desenlace situado en un escenario, un tiempo, o un estilo narrativo diferente, considere la posibilidad de llamarlo epílogo. Esto pone sobre aviso a los lectores de que leerán algo distinto, suavizando el salto de continuidad entre el cuerpo de la novela y el desenlace.

La etiqueta “epílogo”, también puede cambiar las expectativas del lector desde el tono y la inmediatez del clímax a una visión a más contemplativa de lo que podría significar la resolución para los protagonistas.

Las novelas en serie: un caso especial de desenlace
Todos los libros de una serie (excepto el último, pero ¿está seguro de que no va a escribir otro más?) soportan una pesada carga extra. Además de sostenerse por sí solos como una lectura gratificante, deben dejar la puerta abierta para el próximo libro. Esto significa que las cosas no pueden quedar completamente cerradas. Si el protagonista muere, el pueblo se destruye, la guerra acaba o los personajes se casan, ¿sobre qué va a escribir en la siguiente historia?

Hay tres tipos de novelas en serie y la manera de finalizarlas depende de qué tipo de novela está usted escribiendo.

1. Las series de detectives u otros “investigadores de misterios” (clásicas en la novela negra) muestran el mismo protagonista en cada libro. Como ejemplos hay docenas, desde Sherlock Holmes de Sir Arthur Conan Doyle, pasando por Sam Spade de Dashiell Hammett, Phillip Marlowe de Raymond Chandler, Jack Reacher de Lee Child, Harry Bosch de Michael Connelly, hasta Kinsey Millhone de Sue Grafton y Rebecka Martinsson de Asa Larsson.

El mismo protagonista en cada libro significa que ese personaje debe terminar cada libro vivo, aun queriendo investigar o descubrir misterios y lo menos cambiado posible por la historia como para ser reconocido y disfrutado por los lectores en la siguiente novela. Si usted escribe este tipo de historias necesita asegurarse de que su protagonista termina más o menos en el mismo punto profesional y emocional en que comenzó. Debe poner énfasis en el argumento sobre el desarrollo del personaje. Simplemente debe inventar en cada libro un nuevo problema para su protagonista constante y (casi) inalterable.

2. En el segundo tipo de series usted es más libre, porque los libros no tienen todos el mismo protagonista, sino que sólo comparten el mismo escenario, la misma familia, o quizás el mismo universo.

Como ejemplos de este tipo de series están las Crónicas de la familia Kent, de John Jakes, que sigue varias generaciones de una familia norteamericana; La Fundación, de Isaac Asimov; las novelas en el universo de La Guerra de las Galaxias (Star Wars), creado originalmente por George Lucas; las novelas de Mundodisco, de Terry Pratchett; y las historias de Dragonlance, escritas principalmente por Margaret Weis y Tracy Hickman, entre otras.

En estas series, los protagonistas de un libro no necesariamente aparecen en los otros. Sólo el marco conceptual (una cadena de descendientes, un futuro controlado por el genio predictivo de la “psicohistoria”, el mismo planeta, el mismo universo imaginario) permanece inalterado. Dentro de ese marco y siguiendo las reglas de ese universo, cualquier cosa puede pasar. Los personajes pueden cambiar, morir, salir de la historia y regresar. Usualmente cada novela se centra en un protagonista diferente y lo único que se debe mantener reconocible es el entorno, donde se hacen frecuentes referencias cruzadas de lugares entre novelas.

3. El tercer tipo de serie es la que permite a los personajes cambiar, pero siempre siguen a los mismos protagonistas. Estos libros no utilizan tanto la fórmula de “capítulo único” y aceptan la incorporación de arcos argumentales más amplios, abarcando varias novelas como trama paralela a las historias principales que se desarrollan y culminan en cada una de ellas. Este es el caso de las sagas (tan de moda en este momento) y se toman como una sola gran historia, donde los finales parciales cierran tramas que pueden ser secundarias, paralelas o incrementales, dejando inacabadas gran parte de las tramas para proseguirlas en la siguiente novela. Como ejemplos tenemos a Harry Potter, de JK Rowling; Las novelas sobre Harry “Rabbit” Angstrom, de John Updike; Canción de hielo y fuego, de George RR Martin (donde se basa la serie televisiva Juego de Tronos, título de la primer novela).

Cuestionario para un final exitoso
Haga al final que ha propuesto para su novela las siguientes preguntas:

- ¿El clímax crece en intensidad de forma lógica, derivada de las experiencias del personaje en el desarrollo de la historia?

- ¿El cambio del personaje (si es que sufre alguno) se viene gestando en los eventos del desarrollo u ocurre de forma repentina e inesperada?

- ¿Todas las fuerzas presentes en el clímax surgen del desarrollo de la historia (sin soluciones deus ex machina)?

- ¿El destino de cada personaje secundario se resuelve en el desenlace de forma consistente con su progresión en el desarrollo?

- ¿El final cumple la promesa implícita en el comienzo y el desarrollo (esto es: cumple la premisa y resuelve las expectativas del lector)?

- ¿El clímax/resolución/desenlace está proporcionado con el resto de la novela (no muy diferente en nivel dramático y usualmente un cuarto del número total de páginas)?

Si la respuesta a estas preguntas es “si” usted tiene un final viable para su novela (y de paso un buen desarrollo que lo prepara).


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