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La desopilante escena donde el traductor de Google adquiere absoluto protagonismo ilustra el sentido del humor original, inteligente, certero que Nico Casavecchia desarrolla en Finding Sofía, comedia sobre el devenir del flechazo virtual que un joven neoyorkino siente por una muchacha porteña. La intervención acordada a la voz cibernética constituye uno de los gags más ocurrentes sobre una sociedad que se declara globalizada e hípercomunicada, y que sin embargo sigue tropezando con sus habituales taras idiomáticas e idiosincráticas.
Con similar tino, Casavecchia también bromea sobre los quince minutos de fama que la mayoría de los mortales busca -y consigue- gracias a Internet, y sobre la discusión en torno al arte verdadero, aquél inmune al virus de la mercantilización. El realizador les confió la representación de las posturas extremas a Sam Huntington y a Rafael Spregelburd: el resultado es inmejorable.
El film de Nico Casavecchia participa de la competencia argentina del 18º BAFICI.
La dirección del elenco, que también integran las impecables Andrea Carballo y Sofía Brihet, es otro aspecto encomiable de esta comedia rodada casi por completo en el Delta de Tigre. Al parecer, el escenario donde Martín Piroyansky filmó su refrescante Vóley, resulta propicio para retratar el amor menos como una experiencia mística que como la resultante de una convivencia forzada y al principio ríspida.
Aunque ya la vimos en otras comedias románticas atípicas (por ejemplo Más extraño que la ficción y 500 días con ella), la inclusión de fragmentos animados aquí también entretiene y contribuye a agilizar el relato. Casavecchia vuelve a hacer gala de su creatividad cuando ilustra el desafío de encontrar a una persona desconocida con recreaciones del juego que consiste en unir con un lápiz puntos numerados para descubrir un dibujo escondido.