THE INTERVIEW
Cuando Charlie Chaplin estrenó "El gran dictador" Estados Unidos todavía no había entrado en guerra con Alemania. Cuando Seth Rogen y Evan Goldberg estrenaron "The Interview" Estados Unidos todavía no había entrado en guerra con Corea. En cierto modo cabría esperar lo peor dadas las circunstancias, pero es evidente que ni Kim es Adolf, ni Rogen es Chaplin, sin rangos establecidos. Ellos no han tenido que exiliarse, ellos cuentan con el beneplácito del pueblo, y esto es algo por lo que sumarles mérito, lo que sucede fuera, si bien puede sentar un precedente de cara al futuro (históricamente hablando), no vale lo más mínimo en lo relacionado con disfrutar de una buena película. Y si algo saben hacer en América es pasárselo en grande. A poco que uno esté en desacuerdo con el capitalismo va a aborrecerla (más por prejuicio que por sentido común), ni siquiera les caerá en gracia su pretendida sorna en todo lo que respecta a su marketing, son tan inconscientes que se les ha olvidado el valor de la risa... proceda de donde proceda. Y hay que ser valiente, supongo, para referirse a ella incluyéndola en el mismo grupo que Charles, pero si hay algo de lo que estoy plenamente convencido es de que "The Interview" ES "El gran dictador" de nuestro tiempo.Ni falta que la hace romper con el sonido, tiene tanto que decir como aquella, incluso si las víctimas se cuentan por miles o miles de millones, y no todas extranjeras (guiño, guiño). Posee el mismo espíritu noble y ensordecedor, el triunfo del humor y la carcajada como derecho fundamental. Un himno de paz, de paz capital, grotesco, vulgar, desopilante, necesario.
Un año después, Rogen y Goldberg se confirman como dos de los representantes máximos de la comedia estadounidense. Aquel lejano reino cuyo concepto del chiste no progresa más allá de la caca, y siendo justos su nueva propuesta no dista de, es más, camina por el mismo sitio. Es su feliz intrascendencia la que da lugar al sobresaliente, con un guión mucho menos depurado que en "Juerga hasta el fin", donde la autoflagelación, la épica y la improvisación daban forma a la hilaridad de su argumento. Aquí se confía en la imposición de la grosería, pero con clase, sin descuidar el espacio y la dinámica entre burrada y burrada, amén de varios juegos de palabras que rozan el séptimo cielo, y es que hay que saber rimar con estilo. No hay moral que se les antoje ni que se precise, valga para lo que es sexista o no lo es, en razas o aceras confinadas en una vertiende decidida a no tomarse absolutamente nada demasiado en serio. Ligado a un aparente desinterés social que aboga antes por el contraste que por la implicación directa, dejando las conclusiones en el aire (que no al azar), con secuencias para el recuerdo (Rogen y la humanidad al completo prececiendo la hostilidad que le esperaba al terminar el viaje) .
A excepción de su tramo final opta por no recurrir al jaleo, siendo el jaleo el principal encargado de redondearla, haciendo gala de un humor físico extraordinario digno del más rotundo clásico,sin descuidar el proceder habitual (y brutal) al que acostumbramos hoy en día, y de un desproporcionado corte de manga hacia lo que se espera que sea un festival, siendo a fin de cuentas, un negrísimo y esperanzador canto a la libertad de expresión como estandarte de la civilización. No es la primera que se juega el cuello por metérselo en la cabeza a la gente, pero si la primera (podría ser) desde 1940 que lo hace de forma directa (de tú a tú) a su objetivo, y no os dejéis llevar por la nostalgia, Chaplin no fue ningún oportunista, ellos TAMPOCO lo son. Mediante un James Franco nominado al Razzie en una de las mejores y más vitales interpretaciones de su carrera (como suena), señala al enemigo en lo que en principio iba a ser una broma, descubriéndose como una de la situaciones más amargas y reivindicativas en lo que llevamos de siglo. ¿La anécdota?: es una canción pop.
Ahí es donde aflora su grandeza, también en la cultura general, pero especialmente en aquella sobre la que está cimentada la nueva fe del espectador medio, el capón de la fama, el elogio al artista que lleva dentro. Y en eso basa su primera mitad, la que puede cobrarse dos tercios de la sala. Entre coca y éxtasis, diversión, el que venga a otra cosa que tire el primer pomelo. No siendo suficiente con la revancha contra los medios y los dictadores un hit de Scorpions se encarga del resto, y otra vez, el índice de James señalando a la pantalla, la han liado parda, lo saben. Las malas lenguas dicen que no ha cumplido con las expectativas. Lo habéis adivinado ¿QUÉ expectativas? ¿bajo que condiciones se configuran dichas expectativas?. En este lado del charco, con entusiasmo y no falto de cierta ansia por la sublevación, hay quien ha comprendido su política, y finaliza como un torpedo, un estallido fugaz en lo que, maldita ironía, ahora sería un lugar más apropiado en el que seguir sufriendo el resfriado. Pero seguimos donde estábamos dos horas antes, tal vez la diferencia sea que ahora hemos ganado un par de años a cambio, depende del amor profesado, por aquí "tooodos nos queremos mucho". Y larga vida a James Franco, a Rogen, a Goldberg, a Katy Perry, a Digby, larga vida a la propia vida, a estos benditos y estúpidos momentos que nos han tocado vivir.
NOTA: 8/10