Hemos visto en la entrada anterior como la utilización de una parte muy importante de tecnologías y procedimientos terapéuticos adolece llamativamente de falta de apoyo en pruebas solventes procedentes de estudios controlados. La Fisioterapia no escapa a esta circunstancia aunque se pueden buscar explicaciones y proponer cambios que mitiguen esa situación.
Si recapitulamos vimos como una gran mayoría de tratamientos carecen de soporte científico sólido, entendido este como el emanado de los ensayos controlados aleatorizados. Ello no implica que no tengan base científica alguna, pues hay otros tipos de estudios que apoyan las intervenciones a la espera de nuevos descubrimientos. A la par, tal y como refleja el estudio de Serrano-Aguilar (1), una parte muy considerable de los tratamientos aplicados en el contexto descrito en su trabajo se habrían hecho con terapias físicas no validadas. Esto supone un gasto para la sanidad pública calculado a través de los datos de los que disponían. Así, si se había aplicado LÁSER en mil ocasiones a 1 euro, se habrían gastado 1000 euros sin base científica, de manera ineficiente y sin poder obtener beneficio para el perceptor del tratamiento. Además, no se tendrían en cuenta otros costes, como los derivados del absentismo o del transporte sanitario, ni los de aplicaciones en otras regiones corporales distintas a las recogidas por el estudio.
Si el lector conoce nuestro parecer habrá deducido, por entradas más antiguas, que defendemos la utilización de las pruebas derivadas de la investigación en Fisioterapia (la aplicación de la Atención Basada en Pruebas o Evidencias). También hemos reconocido las dificultades que ello conlleva en nuestra disciplina por las características inherentes a muchas de sus técnicas, aunque esto no ha de suponer un pretexto para la ausencia de cientificidad.
Por ello hay que reconocer que las conclusiones del estudio se Serrano-Aguilar y cols. denuncian una situación, a nuestro entender, difícilmente discutible. Las terapias físicas referidas como inútiles o cuestionables (estimulación eléctrica, el LÁSER, la iontoforesis y la magnetoterapia) se aplican de manera sistemática y generalizada en muchas unidades hospitalarias, centros de salud y otros establecimientos sanitarios, públicos y privados. Existen muchos estudios que abordan su eficacia y revisiones que las discuten basándose en ensayos de deficiente calidad metodológica. Por ello, a falta de pruebas con cierta fortaleza, amparados quizás en la incertidumbre y, sobre todo, en un uso incuestionado, rutinizado y acrítico, se siguen utilizando de forma indolente. Con ello nos alejamos del paradigma que no por imperante, al menos de manera teórica, es el que debería guiarnos, el de la Atención Basada en Evidencias. Así que, como hemos dicho, no debemos obviar la información del estudio en cuestión.
Pero, creemos, las conclusiones no son en absoluto sorprendentes. Sabemos de la inutilidad de muchas de nuestras intervenciones. Y, como muchos pensamos, es éticamente reprobable. Nos choca cómo se siguen enseñando en algunas universidades intervenciones que luego no están presentes en la práctica cotidiana o que carecen de eficacia comprobada. Las leyes que regulan el trabajo de cualquier profesional sanitario y los códigos deontológicos son obviados en el momento en que no nos amoldamos al “actual estado de la ciencia”.
Sin embargo, y he aquí un aspecto clave que quizás ha sido pasado por alto, comprensiblemente, por Serrano-Aguilar, Kóvacs y demás autores del estudio. En el contexto en el que esas prácticas han sido computadas los fisioterapeutas no son decisorios sobre la contingencia de su aplicación. Pensamos que es esta una situación absolutamente irregular e incomprensible que genera un inadecuado uso de recursos y un conflicto moral inasible que puede tener implicaciones en la atención sanitaria. No se trata de evadir nuestra responsabilidad como los profesionales encargados de la gestión de las terapias físicas, sino de aclarar las circunstancias en las que, fruto de una prescripción, el sistema impone un procedimiento de dudosa eficacia.
Por otro lado, en el trabajo se incluye únicamente la fisioterapia aplicada en centros privados con concierto con la sanidad pública, y esto merece alguna apreciación. En nuestra experiencia en fisioterapia privada serían variables a considerar el tiempo de aplicación de la terapia y el personal, en cuanto a disponibilidad y cualificación. Estos factores tienen peso en un entorno donde el beneficio económico es clave, y ello puede afectar a la forma de aplicar lo procedimientos de fisioterapia y, con ello, a los efectos pretendidos de los mismos cuando estos sí tienen aval científico.
Para terminar, es para nosotros lamentable que la Fisioterapia, que es en definitiva de lo que se habla, pueda verse perjudicada por interpretaciones parciales de este, por otro lado, necesario estudio. Estamos convencidos de los beneficios que nuestra profesión puede aportar a la sociedad y de la potencialidad de sus profesionales truncada en multitud de ocasiones por un sistema continuista. Quizás por ello, este estudio sirva para espolear a los gestores y a los profesionales en una práctica acorde con las exigencias del momento.
Referencias
1. Serrano-Aguilar P, Kovacs FM, Cabrera-Hernandez JM, Ramos-Goni JM, Garcia-Perez L. Avoidable costs of physical treatments for chronic back, neck and shoulder pain within the Spanish National Health Service: a cross-sectional study. BMC Musculoskeletal Disorders 2011, 12:287. doi:10.1186/1471-2474-12-287. PMID: 22188790 [PubMed - as supplied by publisher].