Por Mª José Fernández
Semana Santa, la entrada de la primavera, nos llega en un fogonazo de luz. Por estas fechas nos hallamos inmersos en el barco de la existencia, renovando armarios, haciendo limpieza, poniendo en orden nuestras posesiones. En cada persona se presenta una trama, una ilusión en un nuevo proyecto de vida, incluida la tragedia que todo ser humano lleva en sus genes,reflejado en el núcleo inherente de su ser.
Hay cosas que no queremos pararnos a pensar la mayoría de las veces, pero todo humano, llegado su momento, se enfrenta así mismo ante esa verdad ineludible. Por regla general nos conocemos escasamente, ya que nos rodeamos con diferentes historias que nada tienen que ver con tocar nuestra profundidad. Pocas veces hemos estado a solas con nuestra propia desnudez y, cuando nos hemos hallado en ese trance, nos hemos dado cuenta lo frágil y vulnerable que se puede llegar a ser, incluso cualquier criatura que habite en la tierra. Averiguaremos que unas veces estamos arriba, con la moral alta, con los proyectos viento en popa y las ilusiones a flor de piel; otras veces, la vida, nos pone de rodillas, nos arrebata bienes o seres queridos y nos deja momentos de vivo desconsuelo.
Claro que somos los mismos, los de todos los días; no obstante, existen situaciones muy poderosas que son cambiantes. Estamos afincados en la rutina, una especie de equilibrio sistemático. Pero todo se desestabiliza y amenaza con venirse abajo en algún momento. Es, entonces, cuando miramos a nuestro alrededor y observamos, aunque quizás nos falte observarnos como nos observamos y para perder la seguridad.
La vida es sabia en cualquier caso, puesto que llegamos a ella pobres, pequeños e indefensos y volvemos a tierra de igual modo, tan solo con la experiencia de haber vivido. En la medida que vas caminando, te vas fortaleciendo, creando confianza en ti mismo/a; más tarde, con el paso de los años, irás perdiendo actitudes, si vives para contarlo; entonces veras esfumarse tu juventud y belleza; habrás conocido la marcha de algunos seres queridos, los que han dejado una profunda huella. Un dolor que clama vivo. De todas estas experiencias deberás sacar fruto y aprender a sobreponerte a la adversidad. Y es que la vida es un tiempo de vuelo, un difícil sostener, un llevar a cabo pequeños o grandes propósitos en el momento justo. Unos instantes que vives que no se repetirán; los que, con los años, irán quedando en el olvido hasta desaparecer.
Hoy desea hablar mi alma, como reflexión de Semana Santa, motivo por el que dejo volar la imaginación, tal vez para escribir aquello que nunca supe decir de otro modo, pues he sentido que la página se resiste, no porque no tenga pensamientos en mi alma, sino porque desea ocultar lo que va gritando en mi interior y no ve otra cosa que aquello que tengo delante. El hombre, de vez en cuando, debe hablarse así mismo y decirse al espejo lo que teme escuchar y que le atenaza, a pesar de que no quiera reconocerlo. Se pasa por fases de la vida dolorosas o etapas que no queremos que se acaben; ambas están ahí para recordarnos cual es nuestro nuevo sitio. No nos queda más remedio que aceptarnos como somos, aunque nos neguemos ir hacia donde vamos abocados.
Tal vez nos podemos negar a celebrar la Semana Santa, o un momento determinado; incluso cerrar los ojos para no ver cualquier acontecimiento, pero no nos podemos negar a envejecer, lo mismo que no podemos dejar de respirar para seguir estando vivos; por que la vida duele, es una lucha diaria; y te desanimas cuando piensas que todo lo que te queda por vivir, tanto te resta por esforzarte. Ocurre cuando pasas por momentos en los que estás cansado/a y te cuesta hacer todo. Cuando miras hacia adelante, con sus consecuencias, se produce ese vértigo existencial del que es complicado salir. Hoy tengo uno de esos días en los que padezco ese vértigo, el que se niega a escribir lo que siente, porque deseas borrarlo sobre la faz de la tierra. Sin embargo, algo me dice que es un momento mágico para la escritura; ideal para saber cómo eres, para reflexionar y llegar hasta el fondo del ser. Tratar de desvelarlo para ver qué hay más allá de lo inexplorado, pudiera ser una especie de ejercicios espirituales para Semana Santa.
En la inmersión he descubierto que hay más hallá de ese mundo a oscuras, donde no había profundizado: hay existencia, un germen de vida que aún no había salido a la luz. El que estaba en su punto embrionario y necesita regarse de conocimiento para convertirlo en flor de vida. Dicha existencia, en un futuro, será una oportunidad para el cambio, para el entendimiento y la maduración. Porque si antes no había luz es porque no se había envuelto con palabras.
Esta tarde en mí habita el silencio, pues la mudez es ensimismamiento; el que más tarde o más temprano se desbloquea. Momento en el que se diluyen las dudas y continuas con la marcha, te recobras de tu cruz y resucitas. Solo tienes que expresar tus sentimientos y ellos se abrirán como un amplio abanico de sensaciones.
Y verás que estamos interconectados. Somos criaturas de la tierra palpitantes, nacidos como la fruta de un árbol cualquiera que cuando está madura, se cae o se seca. No olvidemos nunca que es nuestro momento único e irrepetible el que estamos viviendo. Degustar la vida es el secreto de la felicidad; allanar el camino que nos conduce a una meta impuesta es saborear nuestra existencia. Llegado el momento, el destino se habrá consumado. Él nos hace flotar de forma lírica: FLOR DE VIDA
Vives como flor de vida derramada en el paraíso. / En cada pétalo dejas el perfume de tus antepasados. / Sostienes, también, la insignia de un bravo navío / y llevas una bola de fuego alojada en las entrañas, / esperando que un justo amor te incite, calme y amanezca; / te ayude a superar las frías tempestades.
Solo la memoria lleva al principio de un mal recuerdo; / es cuando los deseos de fuego se proclaman en la lucha. / Necesitas apagar tu incendio en un mar de blanca espuma, / donde flota el ansía de lo que más importa: el amor, los sueños y los tuyos. / Será tiempo en el que se te nombre, sin tiempo.
Sabes que los interrogantes del cada día se convertirán en promesas veladas; / que el final de la existencia se repite, son aves del mal agüero. / Cuando la flor de vida se desplome en un devenir diario, concluirá tu camino, / dilucidarás tu llegada a la otra orilla como remanso de paz. / Nunca olvides que el presente es sustento para la historia.
Son palabras sinceras para la reflexión en el tiempo de Semana Santa (pasión, muerte y resurrección del hombre) las que van dirigidas a cualquiera de nosotros; ya que todos estamos inmersos en el barco de la existencia, donde se presenta una trama, una problemática, una ilusión en un nuevo proyecto de vida; incluida la tragedia que el ser humano lleva en sus genes, reflejado en el núcleo inherente de su ser.