El primer contacto con la obra de Aryz suele ser de fascinación y respeto por sus inmensos murales, repartidos por paredes y fachadas de media Europa. Luego, cuando se analiza con más detalle su imaginario y elementos recurrentes, se llega a la conclusión de que estamos ante una de las trayectorias más sólidas y prometedoras que ha dado la escena urbana en los últimos años.
Civitavecchia, Italia (2011)
Proyectar ideas en un muro puede ser complicado, aunque para ello está la experiencia, una compensación que funciona en la mayoría de casos hasta que la ambición del artista se entromete. A simple vista, Aryz demuestra pocos límites, siempre hay una superficie más grande que explorar y dominar, una cruzada napoleónica donde lo visual puede imponerse con facilidad al concepto y convertir el arte en mero decorado. Pero no es el caso, porque si algo poseen sus creaciones es coherencia visual. Cada criatura despiezada o despellejada nos habla de mundos interiores, de vísceras que contienen secretos cruciales y, sobre todo, de una naturaleza desbocada que invade y asimila. Pese a los colores vivos y cálidos, en los trabajos de Aryz se esconde un perturbador barroquismo y una batalla contra el espacio que casi siempre gana gracias a la composición.
Una vez comprobado que su arte funciona en formatos abrumadores, vale la pena descubrir si también lo hace en otros más funcionales, como los lienzos que se presentan en la Montana Gallery Barcelona hasta el 21 de enero, óleos protagonizados por esqueletos que deben más al romanticismo victoriano que a la estética punk. Es más, la muestra cuenta con algunas joyas atípicas, como el bodegón que rompe la serie de ocho lienzos que domina una de las paredes de la sala, también ilustradas. Sobre él reza la pintada “Keep it unreal”, como si ese arrebato de realismo pictórico fuera una ilusión.
En cualquier caso, a Aryz le sientan igual de bien la ficción y la fantasía, aunque por predilecciones, siempre nos quedaremos con los esqueletos que pedalean sobre cocodrilos o las gallinas que se retuercen sobre sí mismas con el huevo como elemento vinculante y el eterno retorno flotando de fondo.
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