Fobia al pobre

No es xenofobia, es aporofobia (fobia al pobre). La RAE aún no ha incluido esta palabra, que no es nueva, pero eso no impide que su esencia se extienda como un vertido tóxico en un mar de inseguridades. Los resultados de Finlandia, ayer, que encumbraron a la ultraderecha a fuerza decisiva de la política del país en los próximos años, no son una anécdota y no nos quedan tan lejos ni física ni culturalmente. La decisión de reducir el IRPF a las rentas altas en Catalunya tampoco. Se trata de mimar las rentas altas para que no se vayan echando por tierra las estadísticas. Sin ellas, quedaría un país de precarios, de parias, una generación que retoma el pecado original y, apenas sin haber dado el primer mordisco a la manzana, es expulsada del paraíso, una generación sin-sin (sin trabajo, sin papeles, sin derechos, sin futuro) que no entiende de edades. Y en ese gran paquete de pobreza a varios niveles también están los nuestros. Para retener a éstos no hay ninguna medida fiscal a la vista.

A la derecha lo que no le gustan son los pobres, vengan de donde vengan, pero sí les gustan, y mucho, los ricos sobre todo si invierten en capitales y compran, vengan de donde vengan. Eso no es xenofobia, es aporofobia, aunque no esté escrito en el diccionario.