Revista Cultura y Ocio
Resulta desalentador comprobar cómo el Partido Popular, acuciado por la prohibición de las corridas de toros en Cataluña, se apresura a pedir al Congreso que declare bien de interés cultural a la denominada Fiesta Nacional mientras que en otros asuntos infinitamente más importantes que afectan al patrimonio se comporta como un depredador adorador del ladrillazo y la piqueta.Es muy loable su interés por la fiesta de los toros. La decisión del Parlament, prohibiendo las corridas es muy discutible, sobre todo si al mismo tiempo permite, en un ejercicio de incoherencia, que se sigan celebrando otros festejos que incluyen actos de salvajismo contra los toros. Para estos sí consideran a la tradición como excusa razonable para no erradicarlos de su territorio.El PP, sin embargo, tiene toda el alma puesta en acabar con una zona de gran interés cultural e histórico como es el barrio del Cabanyal, de Valencia. Allí Rita Barberá lucha contra todos, incluido el Tribunal Constitucional, para destruir el único ejemplo de barrio de pescadores (con estilo modernista) que queda en una gran ciudad del Mediterráneo. Y su partido, con el cuestionado Francisco Camps a la cabeza, hace piña con ella en su afán destructivo.Lo mismo sucedió con las ruinas de Numancia, donde la Junta de Castilla y León se ha comportado como un segundo Escipión, o en Murcia, donde el ayuntamiento del PP estaba dispuesto a destruir sin pestañear los restos de la ciudad árabe del siglo XIII que aparecieron al construir un aparcamiento.En todos estos casos fueron las iniciativas populares las que lograron detener el expolio cultural, aunque no al cien por cien porque la Justicia (en cuya mano está siempre la decisión final) es más lenta que las excavadoras. También el patrimonio natural está en riesgo cuando los políticos del PP se quitan las gafas de la miopía. Son los casos de Candeleda y de las Navas del Marqués, ambos en Ávila, en los que se desprecia el bosque, la naturaleza, la fauna y la flora, herencia de todos, en favor de la iniciativa privada, el urbanismo, la especulación y los sempiternos campos de golf.Madrid no se libra de la especulación. El caso de las Vistillas en pleno centro de la capital, en el que el alcalde Alberto Ruiz-Gallardón heredó de su antecesor, el beato Álvarez del Manzano un macroproyecto con el único fin de favorecer a la Iglesia en el denominado MiniVaticano. La Justicia, una vez más gracias a la movilización vecinal, lo ha paralizado pero ya conocemos el empecinamiento de Gallardón: ha recurrido.Y la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, no contenta con colocar un campo de golf en pleno Chamberí, donde debía haber zonas verdes para todos, recorta el área del Parque de Guadarrama, limitando la protección a las cumbres. De este modo deja campo libre a la afición favorita de los cargos publicos del partido: especulación urbanística, talas de árboles, destrucción de ZEPAS, privatización de zonas públicas y quizá, cómo no, algún campo de golf.En suma, que el eslogan de la política del Partido Popular en materia de patrimonio es el de ¡vivan los toros y la piqueta!La próxima iniciativa quizá sea la de reclamar la protección de la pandereta y la zambomba.