Revista Cultura y Ocio

Forever – Pete Drake

Publicado el 03 junio 2015 por Srhelvetica

¿Cómo es que alguien tan fantástico como Pete Drake no es más conocido? ¿Cómo es posible que una música tan fascinante e imposible no se haya convertido ya en fenómeno viral en estos años nuestros, tan dados a la arqueología audiovisual, cuando no al menos noble (pero igual de eficaz a la hora de exhumar cadáveres exquisitos) miratuquerrisa?

Tranquilo, que ya está aquí el paladín de las causas olvidadas, el hombre que cuando oye campanas no puede resistirse a redoblarlas, el justiciero de las canciones enterradas bajo el peso de los años. Quedáte conmigo, muchacho, y te aseguro que no te arrepentirás: esta que esculpimos hoy es la efigie de un magnífico músico de sesión que hizo sonar su  pedal steel al lado de algunas de las más grandes figuras de la música del siglo XX, pero no se quedó ahí, oh, no. Si Joe Meek llevó al pop más allá de la dimensión desconocida, Pete Drake puede ser considerado con justicia uno de los más inclasificables intérpretes de música country de los años 60, merced al muy particular enfoque sonoro con que abordó la revisión de grandes clásicos del género y compuso joyas hoy tan fulgentes como escondidas. De modo que presta atención, chico, porque lo que te voy a contar es realmente extraordinario: esta, tan poco común como recordada, es la historia de Pete Drake y su singular guitarra parlante.

Nacido en Georgia en 1932, Roddis Franklin Drake comenzó su carrera artística en Nashville, el sitio en el que había que estar si lo tuyo era devoción por la steel guitar y la música de raíces. Hacia los años 50 ya había montado una banda -The Sons of the South- con figuras sobresalientes del género, y sus habilidades con el metálico instrumento se ponían al servicio de gente importante, aunque ese era sólo el principio de una trayectoria inmejorable: Drake prestaría sus servicios, a lo largo de su vida profesional, a artistas country como Marty Robbins, Bobby Bare, Johnny Cash, The Louvin Brothers, o Dolly Parton, pero también a figurones del rock’n’roll como Jerry Lee Lewis, Buddy Holly, The Everly Brothers, Carl Perkins, Perry Como o el mismísimo Elvis Presley. Si os ha parecido poco, sumad a los nombres anteriores el de Bob Dylan -la mano de Drake se deja oír en en tres de los álbumes que el de Duluth grabó en Nashville (¡suena en “Lay Lady Lay“‘!)-  además de su contribución al éxito del “David’s Album” de Joan Baez, o el celebérrimo “All Things Must Pass” de George Harrison.  Buscadle si queréis en “Stand By Your Man” (Tammy Wynette), en “Behind Closed Doors” (Charlie Rich), en “He Stopped Loving Her Today,” en “Lucille“, en  “(I Never Promised You A) Rose Garden“… el itinerario musical de este genio olvidado es prácticamente la historia de la música tradicional americana en los 60 y 70.

Su carrera como productor tampoco es ninguna tontería, llegando a trabajar con Ringo Starr o Leon Russell, entre otros muchos otros artistas conocidos, y aún tuvo tiempo para fundar un par de discográficas (Stop Records y First Generation Records), y recibir el merecidísimo reconocimiento de sus paisanos: su nombre brilla con luz propia en el Salón de la Fama de la Música Country (1970), el Salón de la Fama de la Steel Guitar (1987) y el Salón de la Fama de la Música de Georgia (2010), a título póstumo. Porque efectivamente, tal y como suele ocurrir con la gente, (más aún cuando se trata de gente que lleva más de cuarenta años fumando), en 1985 un enfisema pulmonar empezó a deteriorar la salud de nuestro héroe, y tres años después el cáncer le quitaba de en medio.

¿Existe algo parecido al Salón de La Fama de la Guitarra Parlante? Lo dudo mucho, pero si existiera (DEBERÍA existir uno, en realidad), la más noble de sus dependencias estaría reservada para este espíritu aventurero. A ver cómo calificamos si no a un artista capaz de anticipar el sonido del vocoder desde el corazón mismo de la tradición americana. Y no, no es una exageración: existían algunos precedentes (Alvino Rey y su esposa Luise ya habían utilizado ¡en 1939! un micrófono dotado de un filtro de carbón que se colocaba directamente sobre la garganta, produciendo el característico sonido robótico, y el denominado sonovox ya puede escucharse en un registro  – “You’ll Find Out“, Kay Kayser- de 1940), pero podría decirse que Drake desarrolló una interesante evolución al modular el sonido vocal a través un tubo conectado con el pedal steeel guitar. Estas son las explicaciones del propio músico al respecto de su genial invento, al que bautizó como talkbox:

“Tocabas las notas en la guitarra e iban a través del amplificador. El talkbox funcionaba de modo que desconectabas los altavoces y el sonido iba a través del controlador dentro de un tubo de plástico. Ponías el tubo a un lado de tu boca, luego formabas las palabras con la boca y lo tocabas. De hecho no decías una palabra: tus cuerdas vocales son la guitarra, y tu boca el amplificador””

¿Se entiende algo? Supongo que sólo para los más entendidos en la cosa luthier toda esta jerga tendrá algún sentido, pero que no haya dramas entre los legos en la materia, que la cuestión adquiere una maravillosa y prístina dimensión en el vídeo que pone el broche de oro a esta entrada. Un poco de paciencia, por tanto, que ya queda menos.

¿Pero por dónde iba? Ah, sí, estábamos en el talkbox. Parece que la primera intención de Pete Drake al desarrollarlo era ayudar a la gente con problemas en el habla, pero el músico que llevaba dentro no trató en encontrar aplicaciones melódicas al invento: la primera vez que suena como instrumento de acompañamiento, lo hace en el tema de Roger Miller “Lock, Stock And Teardrops“, pero no llamó la atención del público como cabría esperar. Esto sí ocurre un año después, cuando de la mano de Smash Records, Drake publica “Forever“, una colección de 12 canciones en las que el hipnotizante arrullo del talkbox adquiere un total protagonismo. Contra lo que puedan imaginar nuestras mentes domesticadas por la reiteración de fórmulas hegemónicas, el debut de Pete Drake obtiene un éxito arrollador (que se entienda la escala del adjetivo), vendiéndose más de un millón de ejemplares, y otorgando así la certificación de disco de oro a un álbum que hoy nos parecería una marcianada (deliciosa, pero marcianada). Detrás de ese primer éxito aún vendrían otros dos álbumes similares, publicados todos ellos en el breve lapso que va de 1964 a 1965,  y no mucho más tarde empezaron a aparecer por doquier artistas consagrados que mostraban su interés por las posibilidades de aquel sonido extraño y nuevo. Buscad en youtube y sitios del estilo y os saldrán una buena porrada de ellos (Stevie Wonder, sin ir más lejos).

Acabo con esta pista que daba título al disco, probablemente la más conocida de las publicadas por Drake como artista en solitario. La joya de la corona de “Forever” alcanzó el puesto 22 de la lista de Billboard, y la fascinación que produce su sonido atemporal sólo puede apaciguarse con la escucha irrefrenable de más y más canciones de su autor: recomendaría seguir con la fantasía orientalista de “The Spook“, o el romanticismo de “Sleep Walk“, pero creedme si os digo que este es un disco en que vale la pena sumergirse, de principio a fin. Podéis darle una escucha aquí, a menos, claro está, que prefiráis dejaros una pasta en discogs. Y ya que sale el tema: que alguien reedite esto, por favor. Hay un hueco terrible en mis estanterías reservado para el gran, enorme, inconmensurable Pete Drake.

Publicado en: Canciones EscondidasEtiquetado: 1964, Country, Forever, Joe Meek, Pete Drake, Smash, Talkbox, VocoderEnlace permanenteDeja un comentario

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