¿Ya habéis comprado las uvas para recibir el año 2015? Pues tengo que confesar públicamente que yo, no como uvas. Ea! Ya lo he dicho. Y no creáis que ha sido una decisión tomada a la ligera.
Desde que tengo uso de razón, recuerdo haber hecho intentos con todo tipo de alternativas a las uvas. El plátano, cortado en rodajitas, imposible capturarlo. El año que lo intenté, llegó la última campanada y yo seguía intentando cazar una rodaja dentro de aquel bol. Después llegó la manzana en 12 trozos, mi madre quería aprovechar la ocasión para que comiera fruta, porque siempre me negaba. Evidentemente a la cuarta campanada en mi boca no cabía absolutamente nada más.
Un año me rendí y probé las uvas... Las seleccioné a conciencia, las más pequeñas del racimo. Ese año sí lo lograría. Comenzaron las campanadas y entre los cientos de pepitas y la textura firme de la piel que me resultaba muy desagradable, me dio una arcada que truncó mi intento. Probé con gominolas, y tampoco funcionó. Y así, experimentando sin éxito, llegó mi adolescencia y con ella la primera vez que iba a salir con mis amigas la noche de Fin de Año. Peluquereada, maquillada y ataviada con mi vestido de encaje negro y tirantes, muy apropiado para la nevada que estaba cayendo aquella noche, llegó la hora de las campanadas y pensando en qué alternativa tomar que no fuese muy pringosa para no estropear mi impecable maquillaje, de repente, lo tuve claro: "Este año no hay uvas, ni manzana, ni plátanos ni nada". No pensaba arruinar mi look por nada del mundo. El año nuevo podría venir cargado de mala suerte, maldiciones, rayos cegadores y plagas desérticas por no comer uvas, pero mi maquillaje... mi maquillaje sería invulnerable esa noche. Y aquel año, no pasó nada. Es más, recuerdo que fue un buen año así que los años siguientes, seguí fiel a mi nueva no-tradición, y me dediqué a observar a mi familia con una sonrisa de oreja a oreja, con mi copa de Sidra El Gaitero en mano, lista para brindar.
Pero aunque no me una a esta costumbre, no quiero dejar de compartir con los que sí lo hacéis varias formas chulas de presentar las uvas en la mesa:
Podéis hacer un cucurucho de papel chulo y atarle un cordelito con una tarjeta, o más sencillo aún, comprad moldes de cupcakes coordinados con vuestra mesa y quedarán perfectos.
Otra opción fácil y sofisticada es envolver las uvas en papel celofán transparente y un tul del color que más os guste, cerrado con un lazo. También podéis guardar varios botes de conserva y servirlas dentro, con una etiqueta y un lazo lo personalizaréis y será un detalle delicioso.
Y esta opción es la que más me gusta de todas, en una brocheta. Ingenioso y facilísimo.
Fotografías: Pinterest
Y como este es el último post del año, y hoy es un día dedicado al repaso de lo que han sido estos últimos 12 meses, tengo la necesidad de agradecer vuestras visitas a todos y cada uno de vosotros, a los que me leéis siempre, o los que sólo lo hacéis de casualidad; a los que me dejáis comentarios para contarme que habéis hecho mi receta, o para preguntarme cualquier duda, o simplemente decirme que os gusta; a mi familia y amigos, siempre pendientes de lo que publico aunque no les guste la cocina y me encarguen a mí llevar el postre; a los valientes que han hecho alguna receta y me han enviado la foto para publicarla en "Vuestras Fotos"; a las personas que he tenido ocasión de conocer durante este año, a los papás, mamás y abuelas que habéis traído a vuestros pequeños chef a mis talleres, y por supuesto, una mención especial para mi pequeña socia Ana, por estar siempre dispuesta a probar y toquetear todo lo que hacemos, por no dejarme trabajar en el blog lo que yo quisiera y pedirme en cambio, que juegue con ella, y por ejercer últimamente de pinche con las magdalenas y los panettones ¡me encanta que le guste la cocina!
Gracias a todos y mis mejores deseos para este nuevo año que comienza esta noche.
¡Hasta la próxima receta!