Esto me llegó al correo electrónico y quería compartirlo con ustedes. No sé que les pasa a los periodistas!!!
Mientras los Uribitos de Agroingreso y los buscapleitos mediáticos de siempre vociferaban en la tele, el Foro Mundial por la Primera Infancia, celebrado en Cali a comienzos de noviembre, pasó sin pena ni gloria y los medios de comunicación perdieron una oportunidad histórica para cubrir un tema que en todo el mundo, pero sobre todo en los países que necesitan combatir la inequidad, se ha convertido en desafío del milenio.
Veinte años después de la Convención sobre los Derechos de los Niños, aprobada en la Asamblea General de la ONU por 191 países que se comprometieron a ajustar sus legislaciones para garantizar su cumplimiento, las neurociencias, la pedagogía, la política y la economía han comprobado que la intervención en primera infancia cambia el cerebro de los niños y sus posibilidades de aprendizaje, lo cual ha convertido la atención a la infancia en un imperativo ético y político para cambiar el desarrollo individual y el de los pueblos. Sin embargo, apuesto a que muchos lectores no se enteraron de que más de mil personas, entre madres comunitarias, maestros, académicos, autoridades, empresarios y expertos nacionales e internacionales, estaban discutiendo en Cali políticas públicas de infancia y experiencias de países como India, Holanda, Irlanda y toda América.
No fue por falta de contenidos, pues las lecciones de convivencia de Irlanda del Norte para fomentar la reconciliación entre católicos y protestantes desde los años tempranos y el trabajo de la televisión holandesa resultaban inspiradores para este país, donde los pequeños crecen en medio del conflicto y pasan los sábados viendo consejos comunitarios. Lo mismo podría decirse de Menteach, una experiencia estadounidense centrada en la pregunta ¿dónde están los hombres?, tan pertinente aquí, donde ellos siguen absortos en la guerra, o de la lección de Chile, que en 1970 aprobó con el 100 por ciento de votos de todos los partidos la ley para crear una Junta de Jardines, y hoy destina una inversión colosal a la creación de salacunas.
A estas lecciones se sumaba el trabajo de Colombia, en donde Estado, ONG, empresarios y académicos intentan saldar la vieja deuda con la infancia y en donde, pese a los avances, se señalaron las tensiones entre políticas e implementación, entre cobertura y calidad y entre lo nacional y lo local. El esperadísimo lanzamiento del documento sobre Desarrollo infantil y competencias, del Ministerio de Educación, habría podido ser noticia, como también habría podido serlo la reunión de alcaldes colombianos, a la que sólo asistieron veinte, ¡de los 200 esperados! Según lo anotó la Procuradora para la Infancia, "a veces hay otro tipo de prioridades". Quizás eso explica que el presidente Uribe hubiera dejado plantado al auditorio, por volarse a Guadalajara a atender la prioridad de obtener la sede de los Juegos Panamericanos, o que los candidatos presidenciales no hubieran considerado prioritario dedicar tiempo en sus agendas a la infancia. ¿Será porque los de cero a seis no suman siquiera un voto?
Aunque el Foro intentó apelar a los medios para crear una cultura de atención a la infancia, esa platica se perdió. Cabe preguntarse si faltó divulgación o si la infancia se sigue considerando un asunto de señoras y de "embajadores de buena voluntad". (No es un dato aleatorio que el Premio de Periodismo Simón Bolívar 2009 haya quedado desierto en la categoría de trabajos de radio y televisión sobre educación.) Más que desperdiciar espacio en campañas lacrimosas de regalitos navideños a "los niños pobres", la responsabilidad social de los medios sería la de abordar críticamente las relaciones entre Estado y sociedad civil -que fue el tema del foro- para vigilar el cumplimiento de los derechos de los niños y poner al país a hablar en serio de la infancia. Pero una vez más se demostró que, a menos que cantemos como Juanes y Shakira o nos desgañitemos, como los señores de la guerra, las voces infantiles seguirán siendo inaudibles para el público.
Yolanda Reyes