Revista Viajes
En dirección a Burgo de Osma abandono ya San Esteban de Gormaz y pronto arribó a la evocadora población de Recuerda, que me regala al paso unos paisajes de acuarela con su puente sobre el río Ucero. La plaza Mayor, que es como una postal añeja de pueblos de España de los años 50, tiene en su tranquila y durmiente placita una iglesia, la de San Bernabé, que es bastante bonita.
Enseguida me planto ante lo que queda de la olvidada y decrépita fortaleza califal de Gormaz. Merece la pena la visita, aunque por dentro esté deprimida de abandono y "descortezada" la piedra ruinosa.
No cabe duda de que el bastión fue imponente, con sus muros sólidos desafiando a los agentes meteorológicos y al mismo tiempo. Hay carretera hasta la muralla, pero poco sitio para aparcar. Yo prefiero subir campo a través, como un rebeco montañés. El acceso es libre. Es interesante moverse por este espacio diáfano que tantas vicisitudes habrá visto pasar a las faldas de sus ruinas. Las panorámicas desde aquí parecen querer otear los confines del mundo.
Ahora viajo sin pausas hasta Montejo de Tiermes. El camino es precioso, para ir disfrutando del paisaje, mal que les pese a los numerosos conductores que prefieren hacer competiciones de velocidad y adelantamientos absurdos para llegar apenas cinco minutos antes.
Aquí me enrolo en una visita guiada por cuatro euros de nada para visitar un interesantísimo enclave arqueológico. Mientras espero a que dé inicio la excursión contemplo y exploro la preciosa ermita románica de color rojizo de Santa María de Tiermes, siglo XII.
Las visitas guiadas se efectúan con grupos de 8 personas como mínimo. El yacimiento que visito es de orígenes celtíberos. Mi primera parada me planta ante un pequeño castro del siglo VI a.c, que se dice pronto. Así voy conociendo cómo en tiempos de Tiberio Tiermes logra estatus de municipio. Tras el declive del imperio romano en el siglo III, pasa el relevo a los visigodos, siglo V. Una época de auge boyante que concluiría en el siglo XV y que derivaría en la despoblación paulatina de Tiermes.
Tito Livio es un nombre destacado para rememorar en este lugar, pues sería el responsable máximo de la erradicación celtíbera en el 98 a.c
Fue la suya una victoria pírrica en todo caso, o sea, obtenida con ímprobo esfuerzo y muchas bajas. 25 hectáreas me esperan entre ruinas y espejismos de un esplendor fenecido. El panorama se torna ante mis ojos casi bermejo, rojizo ferruginoso. Mucha vegetación también para plantar cara a ese tono brutal casi ígneo.
Ahora voy hacia el teatro. Bien conservadas las gradas rupestres, aunque la vista nos engaña: no hay tal teatro, sino parece el lugar más bien un foro pecuario o mercado de ganado. Son increíbles también las casas de romanos acomodados del siglo I d.c, así como los restos de muralla del siglo III.Me atrae poderosamente la casa de las hornacinas, construido todo en estilo predominante rupestre. Si bien la comparación se me antoja desafortunada, uno puede tener la idea fugaz de que se asemejen estas viviendas a aquellas antiquísimas de los nabateos en Petra. Muy interesante la ínsula, con viviendas de la gente pobre. Los materiales de construcción eran pésimos y cada dos por tres ardían o se derrumbaban.
El asentamiento de Tiermes se estima que pudiera dar cobijo a unas 4000 personas. Siguiendo mi ruta llego a las interesantes canalizaciones hidráulicas excavadas en la roca. Se puede uno meter dentro, explorar las entrañas de la montaña, pero esta actividad puede resultar muy claustrofóbica si te aterran las angosturas y la oscuridad absoluta.
La acequia en cuestión tiene 2000 años de antigüedad. Es increíble la casa del acueducto, 1800 metros cuadrados. Fue una mansión imponente allá por el siglo I d.c.
También debió serlo el foro porticado, que otrora estuviera decorado con estatuas, columnas, colorido, fuentes, esplendor...