Si una chica de casi 23 años decide quitarse la vida lanzándose al vacío desde su apartamento, no se generaría mucho ruido mediático; quizás un pequeño párrafo en la crónica local. Lo mismo pasó el 19 de enero del 1981, cuando Francesca Woodman puso fin a su atormentada búsqueda de un sentido para su vida.
La insignificancia de la vida
Este acto extremo de alguien que llega a preferir la muerte a la insignificancia que da a la vida, confiere a la biografía de Francesca Woodman un halo de misterio que en los años ha amplificado el estatus de artista maldita de culto, que ella y su obra ha ido adquiriendo en el tiempo.
Es la tercera vez en siete años que visito en España una exposición de sus fotografías. Todavía me acuerdo de la tremenda emoción que experimenté la primera vez que veía sus imágenes sabiendo como acabó su vida y como esto contrastaba con la belleza, delicadeza, tensión, provocación de su mensaje visual.
La exposición actual en Madrid
© FRANCESCA WOODMANEn esta nueva exposición en la Fundación Canal de Madrid (hasta el 5 de Enero), para mi hay que destacar tres elementos novedosos, respeto a lo que normalmente se propone sobre esta artista:
- El montaje intenta alejarse de la obscuridad alrededor de su muerte, mostrando sus imágenes de una manera que prevalga la luz de su atormentada alma creativa y de su inequivocable talento comunicativo y artístico
- Se presentan tres bellísimos cianotipos de gran formato; cosa muy inusual en Francesca Woodman, visto que normalmente pide al espectador de acercarse mucho a sus imágenes
- Se proyecta un video en el cual se ve Francesca Woodman en acción durante su proceso creativo. Verle moverse y escuchar su voz, ha sido para mí muy emotivo.
En estos años, he ido leyendo algunos escritos alrededor de su vida (un ejemplo puede ser esto en el blog Cartier-Bresson no es un reloj) y de ellos se entiende que Francesca Woodman era excéntrica y apasionada y seguramente muy atrevida. Todo esto contrasta fuertemente con su introversión y con su fragilidad interior, creando este dualismo de estados que Francesca por alguna razón no ha sabido conciliar y que por otro lado le ha servido para dejar (en ocho años de practica fotográfica) un potente legado visual altamente evocador, oscuro, provocador, sensible, inquietante, efímero, perturbador, corpóreo, etéreo, sensual, complejo, surrealista, maduro y fugaz.
Los ángeles y los demonios de Francesca
© FRANCESCA WOODMANLa familia Woodman era una familia de artistas y su madre tenía que ser bastante excéntrica y anteponía a menudo su arte a la cercanía y empatía hacia sus hijos. Muchos piensan que eso ha podido quizás ser una de las causas que ha pesado en la fragilidad del ser de Francesca que, a través de sus autorretratos, buscaba quizás encontrar su individualidad o por lo menos un fragmento de su ser para conciliarlo con el recipiente que lo transportaba en la vida. Otra cosa que ha podido incidir negativamente en su incapacidad de conciliar alma y cuerpo, fue el hecho que, a parte de tres pequeñas exposiciones, de las cuales, la primera en una librería en Roma y otra en su escuela en Rhode Island, nadie quiso nunca exponer sus creaciones.
Los ángeles de Francesca Woodman son terrenales, con las alas sucias de contradicciones, con un cuerpo sensual y adolescente (el suyo), ambientados en escenografías decadentes, abandonadas, en ruina. El contraste entre su cuerpo terrenal y dichas escenografías, son seguramente la metáfora de la no-conciliación de la que hablaba antes y amplifican la belleza del mensaje y al mismo tiempo desvelan un abismo interior, su fragilidad, su introversión y su vulnerabilidad.
Potentes y Poéticas
© FRANCESCA WOODMANCuando veo las fotografías de Francesca Woodman es como recibir un puñetazo en el estomago y a la vez levitar en su poesía visual; es como saborear la dulzura del placer y quedarse con regusto de amargura y tristeza; es como si fuéramos un insecto en plena metamorfosis revertida: desde un ser variopinto que vuela libre, hacia un gusano que se arrastra sin esperanza.
Aquí tenéis otro artículo que escribí sobre Francesca después de haber visto la segunda exposición de sus fotos.
© FRANCESCA WOODMAN