Paco Doñate ya forma parte de la historia oficial de Almansa. Ayer, su nombre quedó inscrito en la nómina de almanseños ilustres. Pero su ingreso en la crónica y en la memoria colectiva de esta ciudad se remonta a muchos años atrás, cuando su trayectoria científica y profesional, su actitud vital y comprometida con la libertad y la justicia, colocaron su nombre entre los ilustres de este país. Por eso, sería un ejercicio innecesario convertir estas palabras en un panegírico que, siempre, quedaría empequeñecido ante esta realidad, su realidad. Simplemente, dejaremos por escrito la sincera y merecida felicitación que ayer tuvimos la oportunidad de transmitirle.
Ayer, Paco Doñate nos habló de las ciudades y, por lo tanto, de la ciudadanía. De cómo los edificios, las avenidas, los parques... han de mantener la dimensión humana, deben tener como unidad de medida al hombre que las construye y, en gran medida, deja en ese proceso una buena parte de su alma y un mucho de su historia. Alma e historia que se conservan intangibles en los cruces de las calles o en las fachadas elevadas por nuestros antepasados. Alma e historia que estamos obligados a conservar, sumando durante el tiempo que se nos concede el usufructo de este legado comunitario, nuestra respetuosa aportación para, de esa forma, poder seguir alimentando lo pequeño como parte imprescindible del sentimiento universal, del sentimiento de formar parte de un camino y un destino comunes.