Mucho se ha hablado de Frank, la última película que tiene como protagonista, aunque realmente no lo sea, a Michael Fassbender oculto bajo una cabeza gigante de papel maché, haciendo una interpretación magistral. Demostrando que la voz y cómo proyectarla es parte muy importante en el trabajo de un actor.
Tal vez, pese a que es entretenida, eso sea lo más remarcable.
Porque aunque la premisa nos pueda decir que estamos ante la enésima historia de chico aspirante a músico que tiene una carrera llena de casualidades, estamos ante un retrato bastante real del periodo creativo, llevado siempre al extremo, que tiene una banda de música para afrontar la composición de un nuevo disco.
Poco más, pese a un arranque muy bueno, teniendo cinco minutos espectaculares dónde se afronta el problema que es componer una canción, cómo lidiar con la delgada línea de trabajo y éxito instantáneo, va tornando su tono de comedia hacia un lado dramático que no se lleva bien con lo anteriormente argumentado.
Por eso puede que estemos frente a una película distinta en cuanto al uso del género cómico y dramático, ya que siempre hace lo menos inesperado para el espectador. Precisamente eso sea lo que nos conduzca a no terminar de comprender muy bien lo que hemos visto. Si ese era el objetivo real de su director y guionistas, podemos dar la enhorabuena por estar presenciando una película vanguardista y nueva.
Lamentablemente, Frank puede ser muchas cosas y es ninguna. Podría ser un biopic al dedillo del Frank real (figura desconcertante y a la vez interesante de la escena musical de Manchester), o una película sobre el incomprensible mundo actual de la música, o incluso una sobre los procesos creativos, pero no. Ya se sabe que quien mucho abarca, poco aprieta.