"Uno puede tolerar las desgracias:
vienen de fuera, son accidentes.
Pero sufrir las propias acciones,
ese es el azote de la vida"
(Oscar Wilde)
Aun hoy cuando me invade su recuerdo siento un gran peso que aprisiona mi pecho, una oscura mano que atenaza mi garganta y el fuego de unas lágrimas muchas veces derramadas. Me estremezco. Una vaga sensación de vértigo recorre mi cuerpo hasta que la conciencia del hecho consumado hace que se escape de mi garganta un contenido suspiro. ¡Que el tiempo todo lo borra! Jamás. Nunca lograré evitar- ni lo pretendo- esta sensación de angustia que, con inusitada frecuencia, se abre paso en mi memoria; su imagen, tan nítida, perdurará en mi recuerdo para siempre.
Tú, desconocido lector que estás en la distancia, serás mi mudo confesor. Tú me darás la absolución o me condenarás. Serás testigo silencioso de lo sucedido veinte años atrás, de los acontecimientos que tan dramáticamente han marcado mi vida... y su muerte.
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