En Empirismo y subjetividad Deleuze contrapone la teoría de lo que hacemos a la teoría de lo que es. Pero esta confrontación es, a veces, confusión, intentaré anotar en qué sentido la teoría de lo que hacemos puede derivar confusa y oscuramente en la teoría de lo que es. En realidad lo que voy a decir es tal y como concibo la diferencia entre metafísica y ontología.
En primer lugar diferenciar como ya hecho en alguna otra ocasión entre los dos modos de hacer: uso y producción o poiesis y praxis. El hacer poiético en tanto que tiene como objetivo la producción de una obra exterior al propio agente. Así visto el resultado puede ser entendido como trascendente, en tanto que trasciende al agente, lo que en términos marxistas se entiende como alienación en su sentido más laxo, el agente termina por no reconocerse en su obra, es decir, lo trasciende. Pero también es un hacer incompleto no en tanto que no acabe el objeto que está acabado finalizado, pero con Aristóteles (al que le debemos casi toda la batería de nociones que manejamos) los artefactos alcanzan su naturaleza cuando realizan su función: una silla lo es si sirve adecuadamente para sentarse en ella. La trascendencia e incompletud son nociones que debemos entender en su sentido más prosaico, evitando de esta manera refinamientos teóricos. Un obra trasciende porque no es el mismo agente, y no es completa porque ha de ser usada para aquello que fue fabricada.
Por el contrario la noción de praxis acción inmanente que tiene en sí su propio fin. Este tipo de hacer se caracteriza contrariamente al poietico como inmanente y acabado o completo. Un carpintero que produce una silla las acciones que realiza con el martillo, la sierra son ellas práxicas, es decir, inmanentes y alcanzan su sentido al ser completadas. Un aprendiz de carpintero no aprende a hacer sillas, en primer lugar aprende a usar correctamente el martillo o la sierra. Y aunque la carpintería pertenezca a las artes productivas frente a las adquisitivas según la diferenciación platónica que hace en el Sofista pero también en otros diálogos, el aprendiz ha de aprender a adquirir los usos correctos del instrumental.
Cualquier tipo de ontología, pues, es difícil que pueda llevarse a cabo sino se tiene en el horizonte de reflexión lo que he denominado el “modelo tecnológico”. Y según este modelo ¿cómo podemos derivar en la metafísica o teoría de lo que es? La respuesta es sencilla pero en la práctica misma es difícil no deslizarse hacia la metafísica. Dos modos ideales de hacer metafísica: el primero considerando la realidad como completa y trascendente, y la segunda incompleta y trascendente. Este reparto es algo simplista y a ningún autor relevante practica una u otra. El nombre de la realidad de la primera es el ser, el nombre de la segunda es el devenir. En este sentido considero que Hegel es el metafísico más grande ya que maneja ambos polos de la metafísica para contraponer la teoría de lo que es frente a la teoría de lo que hacemos. Sobre todo porque tiene en cuenta el hacer, en este caso del espíritu.
Ahora bien, la metafísica que prefiero y que en esta serie será tratada reiterativamente es la contenida en la Monadología de Leibniz. Una mónada es la imagen de la síntesis de la poiesis y la praxis. En realidad es la praxis hecha cosa.