Tengo un estúpido y molesto prejuicio con los nombres de los escritores, no lo puedo evitar. Es una chorrada enorme y no es nada interesante, pero por culpa de ese prejuicio me había perdido a un tío como Craig Johnson. Es que a mi Craig Johnson me recuerda a Craig David, me suena a pop adolescente, a thriller de aeropuerto.
Y por supuesto no es nada de todo eso. Hasta donde yo sé el señor Johnson no se dedica a la canción ligera y ya os digo ahora que sus novelas tienen poco de thriller de aeropuerto.
No leo westerns, a parte de Cormac McCarthy, mis incursiones en el género han sido en contadas ocasiones. Y eso que es un género que me llama mucho la atención y donde hay (me consta) muy buenas novelas.
Y entonces un día, alguien, en alguna parte, mencionó al sheriff Walt Longmire. Recuerdo que la palabra sheriff me llamó la atención y se me quedó grabada, y que un poco de mala gana (que así soy yo, hago las cosas de mala gana, no sé porque) busqué en la biblioteca al tío con nombre de cantante de Pop. Descubrí que el sheriff Longmire tenía una serie de novelas, de las que en España se han publicado cuatro de las doce que lleva escritas Johnson. Pocas, pero al menos en orden.
Me lleve el primero de la biblioteca intrigado por esa mezcla de western y noir que a todas luces tenía bastante buena pinta. Y a las pocas páginas me rendí al sheriff Longmire.
He de reconocer que llevaba unas cuantas lecturas infructuosas, poco interesantes, repetitivas y sosas, y que la calma y la tranquilidad que desprende Walt Longmire ha sido un bálsamo perfecto para aclararme y volver a retomar cosas. Entre ellas este blog.
Walt Longmire es el sheriff de Durant, un pequeño pueblo del condado de Absaroka, en el estado de Wyoming. A las afueras de Durant aparece muerto Cody Pritchard, uno de los cuatro chicos que un par de años antes violaron a una chica Cheyenne y salieron de ello con unas penas no demasiado duras.
No hay mucha más trama, un chaval muerto y un montón de sospechosos a los preguntar e investigar. Y es que a Johnson no le hace falta una trama compleja ni enredada para marcarse una muy buena novela; con Longmire , los paisajes de Durant y los secundarios que acompañan al sheriff tiene más que suficiente para hacernos felices.
Eso no quiere decir que la trama sea la parte menos importante de la novela, ya que en la historia hay mucho de la cultura de los indios Cheyenne por ejemplo. Así como mucha de esa cultura-devoción por las armas que hay por esa parte del sur de los Estados Unidos. La trama para mí es simplemente un poco secundaria.
Walt Longmire es un tipo tranquilo y reflexivo, lleva más de veinte años de sheriff y tiene un humor negro absolutamente excelente. Sabe reírse de sí mismo y le quita hierro a los asuntos más crudos. Es viudo y tiene esa carga melancólica de quien ha vivido mucho y ha sufrido aún más. Pero a diferencia de otros personajes tristes y al borde del abismo, Longmire es más un tipo resignado que le planta cara a los reveses y hasta se ríe de ellos.
Para mi Longmire ha sido un descubrimiento tremendo, aunque tiene similitudes con otros personajes que ya conocemos, Johnson le da un carácter bastante único y una personalidad muy marcada que nos hacen empatizar y amarlo con los ojos cerrados. Longmire es intuitivo y bastante cabezón, cuando se encuentra en una calle sin salida, vuelve al principio y repasa todas las piezas de nuevo.
Pero Longmire no sería nada sin sus secundarios; Henry oso en pie, un indio Cheyenne enorme y su mejor amigo, Victoria Moretti, alias Vic, su (joven y guapa) ayudante, la más mal hablada, borde y competente de todo el condado, Lucian el antiguo sheriff y amigo de Walt, un tipo violento y chapado a la antigua y Ruby, la recepcionista y secretaria de Walt, una mujer en los sesenta, directa, dura y sincera que cuestiona siempre al bueno del sheriff.
A estas alturas creo que ya queda claro que Fría venganza es una novela de personajes, una novela bastante intimista, oscura en muchos puntos, sobre todo los referentes al alma humana, pero luminosa en otros. La mezcla de ese soft western y noir funciona de manera excelente y creo firmemente que crea adicción. La novela no es ni rápida ni trepidante ni vertiginosa ni fresca, Fría venganza tiene un ritmo pausado, acorde con su protagonista, de largos silencios, de miradas al vacío y ensoñaciones Cheyenne. Y un final de esos que tanto me gustan, de los que te dejan un nudo de angustia en la garganta.
Hago hincapié en los afilados y cínicos diálogos que construye Johnson, una pequeña maravilla.
Fría venganza
Craig Johnson
Siruela 2012
408 páginas.