Revista Cultura y Ocio

FUGITIVA: Adelanto

Publicado el 25 noviembre 2014 por Isabel Isabelquintin
FUGITIVA: Adelanto
(Adelanto sin edición)
Bogotá, Agosto de 2011
Le acarició con las manos el rostro, suavemente y dedicándose  a dibujar con los índices cada una de las facciones. El llanto no paraba de fluir de sus ojos y el dolor en su pecho se incrementó por mil. Nunca antes en sus veinticuatro años de vida había padecido un dolor tan insoportable en su interior, ni un fuego tan calcinante en su cabeza. No lo creía, no lograba entenderlo y de ninguna forma sería capaz de aceptarlo.
Perfiló con sus dedos las cejas oscuras y pobladas de aquel cuerpo que aún permanecía a temperatura normal. Sus lágrimas cayeron y rodaron por la piel inerte de aquel rostro; se apresuró a limpiarlas llenándose del tacto de una incipiente barba. Se llevó las manos a los labios y lloró amargamente tratando de ahogar sus gemidos de dolor. Cuando logró calmarse, le tomó una de las manos y la observó detalladamente, la acarició y entrelazó sus dedos en los de ella; depositó un beso húmedo sobre los nudillos y luego retiró la argolla de matrimonio que yacía en el anular izquierdo. Guardó la argolla en el bolsillo interno del saco que llevaba. Pasó los dedos por el cabello oscuro en el que algunas canas empezaban a instalarse, lo acomodó hacia el lado derecho del mismo modo que su padre solía peinarlo.
Se quedó detenida en los párpados cerrados que cubrían los maravillosos ojos verde esmeralda que jamás la verían de nuevo con esa mirada de ternura y amor infinito que su padre le dedicaba. Apoyo la cabeza sobre el pecho que la acunó muchas noches y descargó sus ojos anegados de lágrimas, apretó las manos llenas de impotencia e imploró al cielo en una letanía sin fin, que se tratase de una absurda pesadilla. Unos minutos después, el médico que le dio la terrible noticia, ingresó para anunciarle que el cuerpo sería llevado a la morgue; observó una vez más a su padre y la imagen se le clavó en el alma como un puñal al recordar las promesas hechas en las noches de tertulia, promesas que ya no le cumpliría, no había merecido el derecho de verlo envejecer y arrugarse como un acordeón, no pudieron realizar el anhelo de vivir juntos en una hacienda llena de animales, cultivos, flores y nietos corriendo alrededor de él; no pudo verla ejerciendo la presidencia de aquella empresa que amaban y que soñaban con convertir en la mejor del continente… no la acompañaría a la graduación en Oxford ni la llevaría de su brazo hasta el altar… todo les fue arrebatado en un instante, en un parpadeo.
Se acercó y lo besó en los labios luego le susurró al oído:
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